Debemos reconciliarnos con nuestro pasado, entenderlo y aprender de él, mejorar sus aciertos sin repetir sus errores. Muchos tapatíos han lamentado -y reclamado- la llamada “crucifixión de Guadalajara”, el ensanche de los ejes 16 de Septiembre y Juárez, encabezado por el gobernador Jesús González Gallo en los años cuarenta del siglo pasado. Buscando modernización y progreso, implicó importantes pérdidas al patrimonio edificado de la ciudad, condenando al ex gobernador como el mayor villano de nuestra historia urbana.
Es un juicio equivocado. González Gallo y su equipo de trabajo –que incluyó al ingeniero Matute Remus-, hicieron sólo lo que las demás ciudades del mundo hacían entonces, abrir y ensanchar calles. Emulando los “grandes trabajos” del Barón de Haussmann, que transformó el París del siglo XIX en la joya de las ciudades, Guadalajara hizo lo propio. Con la diferencia, de que, para mediados del siglo veinte, la burguesía tapatía había migrado a las colonias del poniente, y el centro no era ya, para ellos, un sitio atractivo para vivir, menos para invertir, por lo que no se renovó como se esperaba.
El destino de toda una ciudad jamás podrá ser responsabilidad de una sola persona. Fue una sociedad en su conjunto la que lo realizó, o permitió. En aquel tiempo, la conservación patrimonial era incipiente en Guadalajara, y los viejos edificios, muchos en mal estado, se veían más como estorbos. Es injusto juzgar a personas del pasado con cánones del presente, y por hechos que, en su momento, no podían anticiparse.
Imperdonable es que nuestra ciudad siga hoy perdiendo patrimonio por las alteraciones y el abandono de tantas fincas y edificios valiosos. Mientras dejemos en manos de unos cuantos las decisiones más trascendentes, los lamentos a posteriori serán en vano. No puede ser que, a estas alturas, muchos proyectos urbanos sigan sin cumplir las expectativas de las personas. Mejor asumir nuestras responsabilidades, participar todos, aportar y alcanzar acuerdos.
Cuidemos y aprovechemos el patrimonio que nos queda. Y, sobre todo, asegurémonos que los nuevos y grandes proyectos que transforman la ciudad se realicen correctamente, con justicia, en bien de todos.
José Javier Gómez Á.