Política

Lo que susurra el turista del Metro

  • Carta de Esmógico City
  • Lo que susurra el turista del Metro
  • José de la Colina

Yo, señor cronista, soy Pedro Fernández López, servidor, soltero, ex oficinista del gobierno, jubilado, pensionado, y soy pobre y, cual debe ser, honrado. Habito, pero solo para dormir ocho horas descansadoras, en un cuartito de azotea de la céntrica calle Donceles, y mi vigilia es sencilla: se limita a hacer turismo… No se asombre, ya veo que se pregunta usté qué clase de turista seré yo tan pobremente vestido… Pero pues sí, soy turista, no en plan internacional y ni siquiera en plan nacional, y ni conozco Acapulco ni Cancún ni sé qué es una playa con mar azul y palmeras borrachas de sol o de luna y con hoteles babilónicos, todo eso que se ve en planas de revista a todo color. Yo hago mi turismo en el mero Metro de la ciudá de México, o séase que viajo de acá para allá y de allá para acá y otra vez y otra y otra en el Metro de nuestra urbe... Este es mi lujo, mis constantes vacaciones de pobre y honrado… Empleo unas 16 horas diarias viajando a lo largo y lo ancho y lo profundo del total de vías del transporte público subterráneo. Y no me sale caro, solo cuesta, cada día, una o dos o tres veces los cinco pesos del boleto, y me da para todos los viajes de una estación en otra, de una línea en otra, de un convoy en otro, de un andén en otro, y vuelta a empezar, salvo dos ligeras paradas en la estación Hidalgo para echarme una torta con un refresco (mis sagrados alimentos). Ese es mi día y lo disfruto, porque en esta otra Ciudad de México, la subterránea, tiene su chiste ser viajero por el Mar del Metro, que es un océano de caras, millones de caras pasajeras, y es como nadar entre olas y olas de humanidá… Con eso tengo para ser feliz y esa es toda mi filosofía de la vida. Y déjeme decirle: no soy un Aristóteles o un Sócrates o tan siquiera un Diógenes (el que habitaba en un barril y dentro él rodaba por doquier), pero mi filosofía es que todos nacen para turistas del universo, y que yo nací para turistear este mundo de debajo del piso citadino. Soy entonces metronauta, o metroturista, y a mucha honra. Qué más puedo pedir, y ojalá que me dure hasta que sea la voluntad de Dios hacerme serenamente trasbordar al convoy celestial, el que nunca es asaltado por los gritones vendedores vagoneros.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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