Por principio de cuentas el cronista declara que James Bond, el agente británico número 007 (que al principio de una larga serie de cine fue interpretado por un maquilladísimo Sean Connery muy enamorado de sí mismo sin sospechar el buen actor que llegaría a ser), nunca le ha hecho tilín, más bien lo ha aburrido, pues ¿qué tiene de interesante un "héroe" al que nunca puede creérsele que corre riesgos, gracias a que dispone de una extensa colección de oportunísimos gadgets salvadores?
Por eso se desconcertó el cronista al saber que, según nota de Ilich Valdez, la marca de la Ciudad de México, que es CDMX, ahora, nos anuncia el secretario de Gobierno del DF, será cambiada a 007CDMX, dizque en agradecimiento al honor de que el centro de la capitalísima mexicana ha sido set de filmación abundante en calacas catrinas y otras folklorerías macabras para el filme Spectre, protagonizado por el tal agente del espionaje inglés.
Quede claro que el cronista no se escandaliza y mucho menos se siente ofendido por la noticia, pero ésta le parece ridícula porque... ¿qué tal si la película fuese de Drácula, como parecería sugerir su "espectral" título? ¿Habría que modificar la marca de esta capital de modo que se llamase VAMPYRCDMX?; y si la cosa en filmación fuese un spot comercial de un famoso bocadillo chatarra, ¿entonces esa "marca" tendría que ser HOTDOGCDMX?
Quizá los anteriores ejemplos sean algo delirantes, pero el cronista se pregunta por qué se considera un honor el hecho de que, para alterar la marca de nuestra metrópoli, basta que en ella se filme un superchurro espionístico con "héroe" importado y ultratecnificado pero mucho menos audaz y valiente que aquel Pancho López de una olvidada canción, que era "chiquito pero matón" sin más gadgets que sus viejos pistolones.
Ya tosijea un lector para ejercer su derecho de criticar al periodista:
—¡Ejem, ejem!, ¿cómo es que opina así, usted que siempre deforma y extranjeriza el nombre de nuestra capital apodándola Esmógico City?
Y el cronista responde que su derecho a opinar de tal modo reside en ser esmogicano de a pie y con un chorro de años de serlo, no como un mero visitante tan fugaz, tan ultratecnificado y (al menos para el cronista) tan pesado como el tal 007.