Apenas faltan un día y unas horas en el fluir inexorable del tiempo (que se acelera temiblemente cuando el que teclea hace mucho que se dio cuenta de que hasta las canas van abandonando su testa, pero que todavía siente el calor de la familia aunque ésta se le empobreció demasiado) para que se haga un clic y suceda que el mexicano genterío celebre en mil y una maneras y con el amor y la tradición imprescindibles el día supremo dedicado a premiar y conmemorar a las progenitoras en el venerado y venerador 10 de Mayo…
El cronista, tras haber tecleado el anterior parrafote algo solemne, se rasca la tal testa —calveciéndola aún más— pues lo acosa la sospecha de que las feministas se enfadarán porque creen que los machos festejan a las mujeres paridoras con el fin de más y mejor esclavizarlas. Y quién sabe si la tal sospecha tiene alguna razón, pero el cronista a su vez alberga otra suspicacia que intentará exponer… aunque él mismo se exponga al catorrazo.
¿El mexicano tiene algún problema de contradicción afectiva respecto a la palabra madre? Pues, por ejemplo, lo mismo que dice “esto está a toda madre” puede decir a continuación, en modo despectivo, “y todo lo demás me vale madre”.
¿Por qué esa desconcertante ambivalencia? Pues la palabra padre, la de enfrente, solo se dice en modo positivo. Lo que es superior nunca vale “madre”, o en plural: “madres”, sino que “está muy padre”.
¿Por qué?
Y el cronista continúa despoblándose la cabeza hasta sacarle dolor y jamás una explicación racional o irracional…
Así son las cosas, ni modo, el corazón popular es rico en afirmaciones tanto como en negaciones y quien desee lograr de él alguna luz se hundirá en el delirio mental y se rascará infinitamente la pelota… por muy cronista que se presuma.
