En un artículo publicado el 10 de octubre de 1985, semanas después del gran sismo del 19 de septiembre, Octavio Paz analizó las causas de la tragedia. Aquí algunos párrafos de aquella reflexión:
“Nuestra ciudad comenzó a deformarse en 1950. Tres fuerzas nefastas se han confabulado para producir este colosal disparate que es la Ciudad de México… Ha crecido una extensa y poderosa burocracia estatal. Centralismo y burocracia, ambas esencialmente autoritarias, han terminado por asfixiarnos… Hay una relación directa entre la concentración del poder en un grupo y el centralismo.
“La segunda fuerza ha sido el espíritu de lucro de los empresarios de la construcción, entregados a una especulación urbana desenfrenada e inescrupulosa, con la complicidad de la burocracia gubernamental… En unos cuantos años la ciudad se ha extendido de manera caótica y se cubrió de edificios no solo feos, sino inseguros.
“Por último la megalomanía de los últimos gobiernos, empeñados en levantar babilonias de cemento del tamaño de su vanidad… Los cimientos de estos males están podridos como la moral de los que los erigieron”.
Estas tres fuerzas que, según Paz, se confabularon en 1985 para propiciar aquel desastre, han crecido exponencialmente. Nadie hizo caso a las premonitorias advertencias del poeta para atemperar la codicia y la soberbia.
En estos 32 años se han agudizado la avaricia inmobiliaria y el afán faraónico de los gobiernos se ha desbordado. Por si fuera poco, a todos los males anteriores hay que agregar la impunidad y la violencia generalizadas en una megalópolis de veintitantos millones de habitantes.
Para algunos ya es evidente el error de haber construido toda una vida en un sitio poco propicio para ello. Al razonamiento equivocado que los trajo aquí se agrega ahora el dolor y el costo que implicará una eventual reubicación. Releer el artículo de Paz puede mejorar su perspectiva.
Pero de que la única solución verdadera para evitar otra tragedia es la descentralización, no hay duda.