Están por cumplirse 20 años de la visita del presidente Clinton a México. Los contrastes son enormes entre lo que entonces se vivió y dijo y lo que hace y dice Trump hoy día.
Aquí, parte de la crónica de Andrés Becerril en Excélsior del 7 de mayo de 1997.
Al pie del campanario del Convento Franciscano de Tlaxcala, el Presidente de Estados Unidos y Ernesto Zedillo, su anfitrión, tarareando y balanceándose al ritmo del Cielito lindo irradiaban felicidad... Clinton relajado, sin corbata, no se pudo sustraer a la calidez tlaxcalteca… Sobre la alfombra de aserrín multicolor, arrastró sus bastones ortopédicos para llegar hasta la valla donde cientos de muchachitos de piel canela, ansiosos lo esperaban… Tanto fue el gusto que Clinton experimentó al volver a escuchar aquella popular canción, y la ternura que en él despertaron aquellos chiquillos, que pidió que las niñas y niños no bajaran del escenario. Apoyado en su par de muletas, él y Zedillo subieron al entarimado para mezclarse entre la chiquillería.
Zedillo enfatizó:
El presidente Clinton es un buen amigo de los mexicanos porque respeta a México, porque está trabajando muy fuerte para que los dos países podamos construir —siempre con respeto a nuestra soberanía— un mejor futuro.
Y Clinton comentó:
Hace casi 22 años mi mujer Hillary y yo venimos a México en nuestra luna de miel. Siempre es un motivo de gran, gran alegría el venir a México… La amistad que existe entre México y los Estados Unidos es importante para el futuro de ambos países, y debemos seguir construyéndola… Dos miembros de mi gabinete, varios miembros del Congreso y muchos hombres exitosos de los Estados Unidos tienen sus raíces aquí en México. Ellos se sienten orgullosos de ello, y nosotros también nos sentimos orgullosos de ellos y de su trabajo. Seguiremos trabajando juntos, con orgullo en nuestra herencia, en nuestro patrimonio, como socios.
Pero, en pocos años, hemos pasado de ser socios y amigos según Clinton, a la condición de serpientes venenosas, según Trump.
Nos encontramos en una situación difícil porque mansamente hemos puesto los huevos de nuestra estabilidad en una canasta que no nos pertenece.
Ahora toca desplegar nuestra inteligencia, ánimo y voluntad para salir de la trampa.
¿Lograremos hacerlo?
