No es el incremento de los atentados terroristas, tampoco el desempleo ocasionado por el libre comercio, ni siquiera la amenaza de la inmigración ilegal lo que enardece a Trump y sus seguidores. No. Lo que verdaderamente los moviliza es el miedo a que los blancos norteamericanos pierdan para siempre la hegemonía económica, política y cultural que han ejercido ahí por 400 años.
Para los blancos, sajones y protestantes ya fue suficiente aguantar ocho años a un académico afroamericano en la Casa Blanca, como para ahora tener que soportar en la presidencia a una mujer liberal que simpatiza con las minorías negras y latinas.
Por eso Trump avanza en los estados blancos del medio oeste y en el sur ignorante y racista. Por eso simpatizan con él los fracasados Homero Simpson y los fanáticos Flanders. Gringos de baja educación y trabajos precarios, amenazados con ser despedidos a causa de las innovaciones tecnológicas y la descolocación global de las empresas.
Para ellos, un ego rubio descomunal, misógino, xenófobo, inculto y agresivo es lo esperado. Representa el superlativo de lo que los gringos medios no pudieron ser: alguien que pondrá en su lugar a los jodidos japoneses y coreanos que han destruido la industria automotriz de Michigan y Detroit con sus toyotas y kias. Que expulsará a los grasientos mexicanos que afean las ciudades con sus sucios hijos. Que también pondrá en su lugar a los inaguantables británicos y franceses. Que derrotará a bombazos a Isis y recuperará la superioridad militar perdida en Libia, Siria y Afganistán.
Que revivirá la America Great! Poniendo de rodillas a todos los demás.
Así que de ganar Trump la presidencia (y, tal vez, el Congreso y la Suprema Corte), la democracia norteamericana y su convivencia pacífica con el resto del mundo estarán en riesgo.
Trump es un individuo descontrolado en sus pasiones: soberbio y prepotente. Ciego y sordo ante las opiniones y sentimientos de los demás y dispuesto a hacerse obedecer mediante la violencia.
Apenas podemos imaginar las desastrosas consecuencias que tendría el gobierno de Trump para México. Pondrá a prueba todas nuestras capacidades y revelará de qué estamos hechos los mexicanos: ¿quizá manifestaciones en Nueva York?