Política

Claudia y los machos alfa

Propios y extraños pedimos a Claudia Sheinbaum que resuelva los muchos entuertos que arrastra Morena. Unos, los críticos y adversarios, porque quieren hacer evidentes las insuficiencias y contradicciones de una fuerza que ha terminado por dominar el espectro político en México; otros, porque nos impacientamos e irritamos por la persistencia de lacras y el comportamiento de los impresentables que traicionan al movimiento.

Pero bien mirado, habría que considerar que, en este momento, la agenda de Claudia Sheinbaum podría ser otra. Por un lado, porque hay temas que no aceptan demora: afrontar las presiones de Estados Unidos en materia comercial, migratoria y de seguridad; emprender la reorganización de la administración pública; poner en marcha programas e iniciativas para reactivar la economía y el empleo; profundizar los programas sociales de la 4T; abatir los niveles de violencia e inseguridad, por hablar solo de los principales.

Pero hay también otra razón de fondo. El primer año de gobierno es un periodo de transición. Parte del gabinete es un puente entre los dos equipos. Y todavía lo es más el resto de las posiciones de poder (coordinación en las cámaras, gobernadores, dirigencia de partidos). La legitimidad del liderazgo no procede, exclusivamente, de una ceremonia de transmisión de mando y ni siquiera de una boleta que acredite un triunfo electoral. Son requisitos indispensables, pero no suficientes. El año uno del sexenio es el periodo en el que el piloto de la nave va activando palancas y botones y observa hasta qué punto responden a su pulso. Y no me refiero solo a la administración pública federal, que es la que está más cerca de su control, sino de la estructura de poder en su conjunto y la relación con los poderes fácticos del país.

Quienes consideramos que la 4T puede ser mejor de lo que ha sido, o que no conseguirá cumplir sus ideales hasta que se depure, notamos que los principales obstáculos acechan en su propio campo, en sus contradicciones, en los actores de poder que en su nombre traicionan sus banderas. Y por lo mismo hablamos de la urgencia de comenzar a barrer las escaleras de arriba hacia abajo, revisar las alianzas más vergonzosas, detener prácticas ominosas, marginar a los impresentables o, mejor aún, quitarles de posiciones clave.

Lo que quizá no estamos viendo es que eso no puede ser el resultado de un acto de fuerza, sino de un proceso. En alguna columna (Las Cuatro Claudias) señalé que la maduración del poder de un presidente grosso modo consistía en cuatro etapas, la última de las cuales se alcanza no el día que toma posesión sino hasta los 12 o 18 meses, cuando se llega al vuelo crucero y el piloto sabe exactamente cómo le responde el tablero y conoce a fondo los límites, lealtades y capacidades del equipo en el que puede confiar.

Claudia está en ese proceso y los resultados hasta ahora son notables. Probablemente eso le permita quemar etapas y alcanzar más pronto la siguiente fase. Sus niveles de aprobación en torno a 80 por ciento superan en 20 o 25 puntos al propio Morena y su liderazgo se está legitimando entre la sociedad mexicana más allá de las bases sociales de su movimiento. Eso le otorgará mayores márgenes de operación respecto a otros actores políticos. Si el poder intangible pudiera medirse, tendríamos que concluir que la distancia que la separa de Ricardo Monreal, Adán Augusto López, gobernadores y dirigentes de partido (propio y aliados) no ha hecho más que crecer.

En ese sentido, la maduración de este proceso trabaja en beneficio de Sheinbaum. Cohesionar a la 4T y a Morena, darle congruencia, depurar sus mandos tendrá un costo político. Pero este será cada vez menor a medida que pase el tiempo; más aún, el alcance y la intensidad de este saneamiento podría ser mayor una vez avanzado el sexenio.

Mientras tanto, la Presidenta observa, ofrece su punto de vista con respecto a algunos temas que afectan la actuación de otros y muy ocasionalmente interviene para detener, neutralizar o matizar algún incidente o comportamiento demasiado obtuso dentro de sus filas. Pero no más que eso. Hará algo más (y ojalá sea muchísimo más) cuando tenga la confianza de poder intervenir con la autoridad y la eficacia necesarias y los riesgos de inestabilidad interna sean mínimos.

Y, por último, habría que asumir las peculiaridades de la vocación política de Claudia Sheinbaum. Pretendemos que intervenga con la actitud que atribuimos a los “hombres de poder” tradicionales de la clase política. “Tendría que meter en cintura”, “debería ser más como AMLO”, “débil frente a las provocaciones de Adán Augusto”, etcétera. No hemos entendido que su concepción del ejercicio de poder es otra. No se nutre del impulso del macho alfa cuya legitimidad y autoestima es la subordinación de los otros y el respeto e intimidación que inspire en el resto de los machos alfa.

Me parece que la vocación política de Claudia surge de dos pulsiones: por un lado, la fuerza de una conciencia social y ética en la que creció y la define; y por el otro una personalidad construida en torno a la noción del “deber ser”, una científica rigurosa devenida en CEO de la administración pública, que entiende que su tarea es convertirse en la mejor presidenta posible. A diferencia del resto de la clase política, asume que los juegos de poder carecen de sentido por sí mismos.

Habría que hacernos cargo de que nos gobierna una mujer progresista formada en la academia, capaz y laboriosa, de acendrado sentido ético y miembro de la clase media urbana moderna. Algunas mujeres se encumbraron en el poder convirtiéndose ellas mismas en machos alfa; es el caso claramente de Elba Esther Gordillo. Pero no es el de Claudia. En ese sentido, entiende el ejercicio del poder como un instrumento para sacar adelante responsabilidades y tareas, no como un torneo de voluntades o desafíos personales, y mucho menos como un predio a controlar. Supongo que, más allá de nuestras impaciencias, intervendrá sobre el propio movimiento cuando sea necesario y prudente. No le interesa sustituir al obradorismo por un claudismo, ni lo ve en esos términos. Simplemente quiere ser la presidenta que el país necesita en este momento.

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Jorge Zepeda Patterson
  • Jorge Zepeda Patterson
  • Escritor y Periodista, Columnista en Notivox Diario todos los martes y jueves con "Pensándolo bien" / Autor de Amos de Mexico, Los Corruptores, Milena, Muerte Contrarreloj
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