Sin duda estos últimos días del 2016 nos tienen pasmados, poco se entiende y de lo entendible, poco se imagina para bien. En poco más de una mes llegará al sillón político más importante del planeta un personaje siniestro determinado a llevar a cabo una agenda que nos va a desgarrar en lo más hondo.
Desde México poco o nada se hace a pesar de que haya mucho por hacer. Nadar de a muertito o treparse cada que se pueda al avión que lo aleja de un país en ruinas es la escapatoria torpe y miedosa de Peña Nieto, quien ha perdido los hilos de una perspectiva que jamás tuvo.
Andamos huérfanos y arrinconados. Especulando la devaluación siguiente del peso o el alza en los precios de las gasolinas. La crisis económica ha venido a sentar más temor que vivir en un país ensangrentado mientras el ejército aprovecha la distracción para hacer valer un poder estructurado frente a un barco sin horizonte.
No tenemos ni idea de la magnitud del daño que ocasionará Donald Trump a nuestra economía si se dispone a hacer expulsiones aún más masivas de indocumentados y mucho menos hemos podido anticipar los estragos sociales que dejarán cientos de miles de mexicanos desempleados y con los sueños por lo suelos por estar en contra de su voluntad, en su propio suelo.
Muchos saldrán por su propio pie ante el temor de vivir escenarios violentos o una deportación que los tome por sorpresa. La xenofobia se apoderó del país que por muchos años los ha explotado y por el cual, al menos, han conseguido subsistir y alimentar a sus familias en México.
Los políticos tradicionales que aún encabezan las instituciones nacionales adelantan el “Año de Hidalgo” y se apresuran a saquear todo lo posible en un ambiente de impunidad generalizado mientras éste prevalezca.
Sin alcanzar a materializar la idea imaginamos un poder supremo que ponga un freno a nuestra catástrofe; pero eso no sucederá, al menos, no desde afuera.
Las potencias mundiales permitirán, como siempre lo han hecho, a los Estados Unidos tener a los mexicanos como sus villanos favoritos, poco les importará a los chinos humillados por el tren bala a Querétaro lo que nos hagan, a los rusos nadie les quitará la mirada en sus anhelos expansionistas que serán posibles por la evidente alianza que forjaron con nuestro enemigo número uno.
Sudamérica atraviesa un desorden democrático y financiero que la tiene desunida, entre derechas golpistas e izquierdas incómodas hasta para sí mismas, desde el sur sólo alcanzarán a darnos buenos deseos.
Europa tendrá que afrontar la oficialización de la salida británica de la unión, que junto con las guerras que les han dejado los norteamericanos en oriente medio, tendrán que lidiar con una Rusia ensoberbecida que buscará arrinconarlos para conseguir su dominio euroasiático.
Al mismo tiempo, tanto Europa como Asia y América del sur tendrán que estar a la expectativa de las tropelías de Trump en su contra o de las instancias internacionales que, al menos medianamente, han brindado estabilidad global desde la segunda guerra mundial.
En México tendremos que estar cuidándonos de los generales de allá y de los de acá. Ambos empoderados por la falta del ejercicio del poder de acá y el renacimiento ideológico que tienen por allá.
Nuestra frontera norte está amenazada con convertirse en un infierno, uno más terrible que el que se vive en la frontera sur. Las declaraciones del gobernador de Texas no son más que el adelanto de algo que llevan muchos años esperando: militarizar el Río Bravo y toda la línea fronteriza para hacer un tapón que además de impedir el paso de mexicanos provocará la estadía incomoda de muchos centroamericanos y sudamericanos que nos usan de país de tránsito. Mucha carne de cañón para los grupos delictivos que llevan años victimizándolos.
Con lo anterior, lo de menos será la falta de flujo económico o de inversiones; veremos los estragos de un neoliberalismo en decadencia con la doble desdicha de haber dependido del país más neoliberal del mundo durante los últimos treinta años y al mismo tiempo ser su patio trasero por una mala pasada de la geografía.
En resumen, 2017 amenaza con ser una tormenta perfecta de la que nos costará mucho trabajo alzar la mira para poder afrontar con gallardía los embates que el mundo en general y México en particular nos hemos procurado a pulso; y para los cuales, sólo el tiempo dirá si somos capaces de salir airosos en el también difícil 2018, que a pesar de la esperanza de un muy necesario cambio de régimen, también tiene una muy mala pinta.