Cultura

Noche Estrellada

Un gran número emprende por dinero, fama o el sueño de un premio, mientras que la mayoría de los artistas lo hace por creación y sensación de plenitud; el objetivo para ambos es darle vida a algo

Siempre ha cautivado mi atención el cuadro de Van Gogh de La noche estrellada. No sé qué es, pero me atrapa su movimiento y dinamismo. La fuerza de las nubes, mezclada con las estrellas y el brillo de la luna antes del amanecer en Saint-Rémy. Van Gogh pintó este cuadro en 1889 mientras estaba en su habitación del asilo, donde unos cipreses buscan mezclarse con el cielo. Todo es vida y movimiento, mezclándose en un caos ordenado, si es que cabe hablar de esta contradicción. ¿Cómo es posible que un artista “fracasado” en ese momento no desertara con su misión de crear un arte que iba a ser apreciado muchos años después?  

Años después, Winston Churchill lo pondría de manera diferente con su frase: “Si estás pasando por el infierno, sigue caminando”. Emprender es así, donde las alegrías se mezclan con los problemas en un estado constante de excitación, miedo, entusiasmo y ansiedad. Por otro lado, el deseo de crear algo que sea más grande que nosotros nos abarca a los emprendedores y nos rebasa cualquier deseo racional, volviéndose parte de nuestra identidad. 

Al final la pregunta no deja de ser ¿para qué realmente emprender y pasar por todo esto? ¿Tenemos una misión que cumplir y que nos impulsa a seguir adelante?

Un gran número de emprendedores lo hacen por el dinero, fama y el sueño de un premio. La mayoría de los artistas lo hacen por la creación, la sensación de plenitud y la misión de crear lo que no existe en el mundo. Ambos no son muy diferentes en objetivo: crear algo y darle vida a algo que no existe, pero no pueden ser más diferentes en propósito y misión. Difieren no en el qué sino en cómo.

ALFREDO SAN JUAN
ALFREDO SAN JUAN

Cuando buscas algo abiertamente, termina resultando más difícil conseguirlo. Las intenciones “se ven”. Los emprendedores que más admiro empezaron resolviendo un pequeño problema que enfrentaron, para darse cuenta que millones más tenían el mismo problema. No empezaron soñándose exitosos y haciendo números sobre como volverse billonarios. El primer paso fue identificar un problema y enfocarse. Solo pensando en ellos y en su problema, aún no sabían si había mercado o no, si eran los únicos con este problema o no. 

Algunos ejemplos: James Dyson, frustrado por la acumulación de polvo en su aspiradora, comenzó una carrera de innovación para un nuevo diseño. Después de 5 mil 127 prototipos, varios años y varios rechazos después pudo convertirse en la empresa que es hoy. Otro ejemplo son Brian Chesky y Joe Gebbia, quienes deciden rentar un espacio en su departamento en un momento donde una conferencia hacía que no hubiera suficientes hoteles en la ciudad. Su único objetivo en ese momento: pagar la renta. Así nació AirBnb.

Cuando te vuelves emprendedor así, el problema te atrapa, no puedes dejar de pensar en él día y noche. Sientes que toda la vida gira en torno a éste y llega un momento en que sientes que toda tu existencia no haría sentido a menos que logres resolverlo. Aquí empieza el arte, el proceso creativo. ¿Cómo invento algo para solucionarlo?, ¿qué otras industrias tienen problemas similares y qué puedo adaptar de todo lo que he aprendido en otros temas que aplique para esto? Empieza la música, una sinfonía, las diferentes partes empiezan a hacer sentido como si fuera una orquesta y lo que era invisible se empieza a hacer visible en tu mente. 

Emprender así es donde se mezcla el trabajo con el arte. Es a lo que todos aspiramos. La tentación de emprender por el dinero y la fama siempre está y nos atrae como un vacío que quiere apoderarse de nosotros. La tentación es mucha y el llamado de dinero, publicidad, reconocimiento es fuerte, pero debemos recordar porqué emprendimos en un primer lugar, regresar a ese primer día y revivir cómo nos sentíamos. Crear, traer al mundo algo que no existe y mejorar la vida de uno o millones de personas.

Esa es la flama real, ese es el fuego que no se puede apagar. El que estamos destinados a pasar a los demás que se unan a la historia que estamos construyendo. Al final, esto se ve y se siente, no solo en los clientes, sino también en el emprendedor en el día a día. Tal vez nuestro objetivo en la vida es cada uno buscar crear nuestra Noche Estrellada.

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Jorge Combe
  • Jorge Combe
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