
El dios Jano de los romanos es inconfundible con sus dos caras mirando en direcciones opuestas. Los romanos lo veneraban como dios de los comienzos, transiciones, el tiempo y los finales. Esto explica sus dos caras, una miraba al pasado, mientras que la otra, viendo al futuro, simboliza la visión de las dualidades y transiciones de los romanos. De aquí se derivó el nombre del mes de enero (ianuarius en latín, january en inglés), aunque originalmente para los romanos era el undécimo mes, y no fue hasta el siglo XVIII que pasó a ser el primero, haciendo honor a su nombre.
Me identifico con Jano durante estas épocas. Siento, por una parte, nostalgia, orgullo, arrepentimiento, frustración y emoción sobre todo lo que logré durante 2023. Por otra parte, siento que se abre un nuevo portal que ofrece toda la posibilidad para lo que voy a hacer durante 2024. Esto no tiene mucho sentido. Este tipo de cortes podemos hacerlos en cualquier momento del año, ni siquiera tendríamos que esperar a que terminara un mes para empezar con una mentalidad fresca y establecer metas nuevas. Cualquier abril a mayo, pasar de un 12 a un 13 o de miércoles a jueves, pero no lo hacemos.
¿Por qué esperar hasta que acabe el año calendario para planear cambios? Nuestro comportamiento proviene de costumbres, tradiciones y patrones que se han repetido a lo largo de varias civilizaciones. Por ejemplo, los babilonios durante las ceremonias del Año Nuevo (conocido como el festival de Akitu) hacían promesas a sus dioses de pagar sus deudas y devolver cualquier objeto que hubieran tomado prestado (no está mal). Los romanos prometían buen comportamiento; la tradición judía del Rosh Hashaná reflexiona sobre el año pasado y establece deseos para mejorar; y también en varias culturas asiáticas durante el Año Nuevo Lunar se busca una renovación y limpieza para un mejor año.
Llevo años haciendo mi propio ritual para establecer metas y propósitos. No es nada sofisticado, pero lo he ido refinando con el paso del tiempo y me permite reflexionar sobre el año que está por terminar, pensar en lo más importante y establecer un mecanismo de evaluación sobre cómo voy a medir mi progreso.
El proceso que sigo es relativamente sencillo:
- Establecí las cuatro categorías que son importantes para mí y las etiqueté: salud y ejercicio, personal, trabajo e inversiones.
- Dentro de cada una de estas categorías, incluyo dos o máximo tres metas que me gustaría alcanzar durante 2024.
- Las metas tienen que ser cuantificables, no incluyo la meta “mejorar mi salud”, sino algo muy específico como “bajar mi porcentraje de grasa corporal a X por ciento”. Igualmente, no puede ser solo “hacer más ejercicio”, sino algo como “entrenar y terminar un maratón por debajo de cuatro horas”.
- Dependiendo de la meta, intento dividirla en metas trimestrales que me permitan alcanzar la meta final a fin de año y medir el progreso que estoy teniendo. Es aún mejor si la medición se puede hacer de manera mensual. También hay algunas que permiten una medición semanal o diaria.
- Por último, creo una imagen de estas metas y las fijo como fondo de pantalla de mi celular para tenerlas presentes todo el tiempo. Deben convertirse en algo que revise diariamente, parte de mi subconsciente, pero también de mi consciente.
Para poner un ejemplo, si mi meta fuera ahorrar 60 mil pesos en la bolsa durante 2024, lo dividiría en metas trimestrales de ahorrar 15 mil pesos por trimestre o 5 mil pesos al mes. Si para septiembre no llevo 75 por ciento de esta meta, será difícil alcanzarla. Lo mismo ocurre con mi peso corporal, entrenamiento, ahorro o repago de deudas. El progreso y las acciones diarias son clave para alcanzarlas, y por ello la medición es tan importante. Y cuanto más corto sea el periodo de medición, mejor. Algunos lo llamarán obsesión, yo le llamo persistencia.
Mi personalidad de Jano termina viendo este año 2023 desgastado y cansado, un año en el que se intentó todo y se consiguieron metas importantes, pero con mucho más esfuerzo de lo anticipado. No me puedo quejar, durante 2023 ocurrieron muchas cosas buenas y otras que no fueron como esperaba, pero las metas no alcanzadas me hacen irme con la convicción de haber dado todo. Fue un año de reinvención, de trabajo duro, de resolver problemas y de esforzarme día a día para avanzar. Mi Jano de 2024 trae una sonrisa, esperando que el próximo año sea más fácil, mejor y más placentero. Menos problemas, más creación, más diversión y construcción del futuro.
Tendemos a quedarnos con la cara de Jano que se ve mejor. En los buenos años, pensamos en el pasado, y cuando la situación ha sido difícil, pensamos en un mejor futuro. Este optimismo hace la vida más llevadera. Yo me quedo con las dos caras. ¿Qué sería de los triunfos sin problemas? ¿Cómo festejar sin haber fracasado? ¿Puede reír quien no ha sufrido?...
Sí, son dos caras: pasado y futuro. En este momento me enfoco en objetivos más ambiciosaos de lo que puedo pensar en alcanzar, para que el próximo año la cara que está mirando hacia atrás en el camino también tenga una sonrisa. Siempre una sonrisa.