Lo que tenía que pasar, pasó. Donald Trump está chantajeando al presidente Andrés Manuel López Obrador con imponer un impuesto de 5 por ciento acumulativo al 25 a todas las exportaciones de México a Estados Unidos si no se detiene el flujo migratorio del Triángulo Norte de Centroamérica o de cualquier parte del mundo. No le bastan los cientos de miles de deportados a lo largo de éstos últimos meses. Es una amenaza demencial.
La relación comercial entre ambas naciones es en promedio de 85 por ciento de lo que importamos y exportamos. No empezó con el TLC ni con su continuación el T-MEC, si es que éste se aprueba. Lleva más de un siglo.
Esa realidad es imposible de modificar, a menos que nos “cambiemos” a otra parte del planeta, tiene infinitas perversiones e inmensas ventajas.
Solo “liberar” la circulación de mercancías tangibles, sin establecer la libre circulación de nuestra principal mercancía, la fuerza de trabajo, llevó al TLC al fracaso. A tal grado que en las negociaciones del T-MEC se llegó al absurdo de que los negociadores de Estados Unidos y Canadá exigiesen establecer incrementos a los salarios en México y además las cláusulas de Libertad Sindical, como condición indispensable para suscribir un nuevo tratado comercial en Norteamérica.
La cuestión central en la relación de México con Estados Unidos es la libertad de tránsito de los trabajadores mexicanos. Sin ello todo tratado será parcial.
Ahora, además está planteado el tema de los migrantes del Triángulo Norte de Centroamérica, que por sí solos pueden llegar a un millón anual, aparte del creciente número de migrantes de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Haití y cada vez más personas de África, Asia y Europa del Este.
La migración es una condición humana por excelencia, como lo ha dicho Jacques Attali. Pretender que se puede impedir es simplemente absurdo.
Todos los migrantes merecen nuestro respeto, son palabras que reconfortan del Presidente, que deben traducirse en poner fin a los atropellos en los retenes del INM y en las rutas que realizan cada día los miles de migrantes con o sin caravanas.
Aunque la Unión Europea está en crisis, entre otras cosas por el brexit, producto de una mezcla de desencanto genuino con un renacimiento del nacionalismo; considero válido su “modelo” de construcción de un mercado libre entre Estados Nacionales y con una política original de compensaciones para los países atrasados.
Para el Norte de América he propuesto desde febrero de 1980, en una entrevista publicada en Excélsior, la construcción de la Unión de América del Norte.
Considero fundamental la defensa de los derechos de los asalariados, por encima de los intereses “nacionales”, que encubren los de los grandes capitales y en el caso mexicano han servido como verdaderos narcóticos, contribuyendo a enajenar a la mayoría, con falacias aldeanas típicamente priistas como aquello de cómo México no hay dos y sandeces similares.
Ante la quiebra de los Estados nacionales, ahora está más vigente que nunca el internacionalismo.
Y ante las amenazas de Trump, es hora de plantear una propuesta de respeto total a los migrantes.
La migración es un fenómeno imposible de frenar.