Queda la sensación que Zinedine Zidane podría haber cosechado aún más en su segunda etapa con el Real Madrid. Se despide una vez más antes de tiempo con un título de LaLiga en 2020 y uno de Supercopa de Europa en esta segunda etapa y con los nueve acumulados en su primera incluidas esas tres Orejonas que no se olvidan.
Sus siempre positivos números al frente son de conocimiento público, no hay mucho que debatirle en ese aspecto, pero la temporada actual se recordará como la primera en once años en que el Real Madrid termina sin levantar ningún trofeo. El dramático final y la diferencia de un punto con el Atlético por alzar la liga o las semifinales de la Champions no son suficientes para una institución de esta categoría, y si se hubiera tratado de otro entrenador, el propio Florentino le hubiera dicho adiós.
Pero aquí hablamos de Zidane, nadie más que él parece decidir cuándo hacerse a un lado, y como lo venía dejando entrever en sus conferencias las últimas semanas, la razón no tiene que ver con ignorar un fracaso personal o rendirse, a veces, simplemente jugadores, clubes y afición sin saberlo necesitan un cambio aunque las cosas no estén tan mal. Solo el tiempo dirá. Nada que reprochar.
La mayor prueba de madridismo, Zizou la dio cuando en 2019 volvió después de 10 meses de dimitir para salvar un barco hundido. Apostando todo su legado. Obviamente uno que quedó intacto. Aquellos que solo hablan de Zidane como un gestor y un motivador en el banquillo, perdón, pero parecen no haber seguido realmente de cerca la evolución de ciertos jugadores como Casemiro y Varane en el Madrid.
En los mensajes de despedida en redes sociales de algunos jugadores se nota el cariño hacia el mentor, pero sobre todo la admiración, una que en efecto fue clave en un vestidor de tantos egos como el merengue, sobre todo cuando asumió el puesto en 2016 tras Rafa Benítez. Ahora con una temporada aún de contrato, es la tercera ocasión en que el francés decide hacerse a un lado antes de terminar el acuerdo, si se toma en cuenta que la primera vez fue como jugador en mayo de 2006.
Con 48 años sería de tontos no pronosticar éxito en su porvenir en banquillos europeos e incluso en el de la selección de Francia, actual campeona del mundo, ya que fue responsable al frente de una de las mejores etapas en la historia de un equipo de por sí ya histórico. Como dice el comunicado del club blanco, no queda más que respetar su decisión, se lo ha ganado con lo que representa su figura para el club: “es de los grandes mitos del Real Madrid”. El Real Madrid siempre será su casa.. _
Jimena Rodríguez