Se trata de una novela de ciencia ficción escrita por Ray Bradbury, extraordinario escritor nacido en Waukegan, Illinois, en 1920 quien falleció en Los Ángeles, California en el año 2012 a los 91 años.
Fahrenheit 451 es la temperatura a la cual arden los libros y la novela trata de una sociedad en el futuro en donde los bomberos en lugar de apagar fuegos se dedican sistemáticamente a buscar, cazar y quemar a todos los libros existentes, como si fueran el enemigo número uno de la sociedad.
El producto de ello es una sociedad vacía, temerosa, ignorante, sin rumbo, sin sentido, ni curiosidad, y sumamente violenta al grado de terminar autodestruyéndose. Los pocos sobrevivientes que logran escapar de este apocalipsis llevan consigo en su memoria grabada algunos de los libros más importantes de la civilización que esperan pasar a la memoria de nuevas generaciones hasta que algún día, al término de la guerra, puedan reescribirlos y recomenzar una nueva civilización.
El género literario de ciencia ficción, como resalta Mariel Torres, tiene una función preventiva para nuestra sociedad. No es que se pronostique el futuro sino más bien nos permite vislumbrar lo que podría pasar al tomar caminos torcidos o equivocados como sería nuevamente la quema de libros.
Como bien profetizó Heinrich Heine “Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”. Ello resultó cierto pues en Alemania comenzaron quemando libros y después asfixiando gente en la cámara de gas.
Por ello, la prohibición, la censura, las propuestas de destruir o quemar los libros de texto gratuitos que propone los opositores al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, no es una cuestión menor, es una gravísima y terrible señal de intolerancia, que no debería suceder ni pasarse por alto, uno de ellos es por ejemplo Francisco Martín Moreno quien abiertamente juró que si se pudiera regresar a la época de la inquisición, el quemaba vivo a cada uno de los morenistas en el zócalo capitalino. Este tipo de personas jamás deberían de poder acceder a puestos públicos, pues como dice Heine, empezarían quemando libros para después quemar gente. Es inadmisible.