El fondo del problema no es el lograr determinar si Loret o Aristegui manipulan o no la información respecto si alguien se enamoró de tal o cual princesa, en favor de intereses de grupo o si el presidente López Obrador, como buen beisbolista, utiliza la mañanera a manera de montículo para medir el pulso del país, contrarrestar ataques de los medios en la primera base, ejercer su derecho de réplica con una curva, enviar instrucciones a su equipo de trabajo con una recta y mandar mensajes al bullpen a empresarios, gobiernos extranjeros y población en general. El problema de fondo es la definición entre dos tipos de proyectos de nación.
Un proyecto neoliberal en el cual un muy pequeño número de súper ricos, dueños del dinero, nacionales y extranjeros, con la complicidad de gobernantes corruptos, toman las decisiones que beneficien a sus intereses particulares, esperando que algo de ese ingreso o de esos beneficios se derramen por goteo a la población sedienta localizada en la base de la pirámide. Eso sería dejar la generación de la energía eléctrica a empresas privadas como las que ahora lo pelean como Iberdrola, que además es extranjera y desaparecer a la CFE. Este modelo ya ha sido ensayado en los últimos treinta y cinco años y de verdad solo ocasionó una creciente desigualdad en la cual mientras unos pocos incrementaban sus riquezas la gran mayoría se veía expulsada por la máxima de “la supervivencia del más apto” a las actividades ilícitas y después eran perseguidos por las fuerzas armadas en una lucha entre hermanos que convirtió al territorio nacional en un campo santo y en un prólogo para una revolución anunciada que hubiera estallado a no ser por el llamado prudente a la transformación pacífica del primer mandatario, sin mencionar la degradación del ambiente y el calentamiento global producto también del sistema neoliberal y el cual tiene a la humanidad al filo de un precipicio ecológico.
Un proyecto más es aquél en el cual el Estado reasume su responsabilidad social para realizar las acciones que fueren necesarias para el bienestar de la población en cuyo caso la generación de energía eléctrica quedaría bajo el control del Gobierno Federal.
Sin embargo, existe una tercera posibilidad, una vía híbrida, que suma lo mejor de los dos mundos y es la de sumar fuerzas tanto del poder político como del poder económico para, entre los dos, promover por un lado el bienestar de la población y por el otro la salud financiera de las empresas mexicanas que les permita: expandir el Producto Interno Bruto, competir al exterior con éxito y mantener una planta laboral robusta. Esta es una tercera opción que a mi parecer es la que está impulsando el Presidente de la República sobre dos principios fundamentales: el primero, el control necesario en manos del Estado en ejercicio de su soberanía y en beneficio de la población en general; y el segundo, la participación y aprovechamiento de las empresas privadas de preferencia mexicanas en la medida en que también procuren ganancias merecidas y razonables, coadyuven a la inversión y al crecimiento económico del país y promuevan el bienestar de la población en su doble aspecto; como trabajadores de las propias empresas y como consumidores de más y mejores bienes y servicios.
Ojalá se pongan de acuerdo, no es tan difícil y si lo pensamos un momento, podemos ganar todos.
Mtro. Jesús Torres Gómez
Profesor de la Escuela Internacional de Derecho y Jurisprudencia.