Cultura

5 de mayo francés

  • Columna de Jesús Gómez Fregoso
  • 5 de mayo francés
  • Jesús Gómez Fregoso

En mis lejanos años parisinos, en vísperas de las olimpiadas de 1968, la embajada de México me pedía con frecuencia que fuera a alguna ciudad que solicitaba información sobre México. Me esperaba en la estación una delegación de la casa de la cultura que me preguntaba si quería hospedarme en un hotel o en casa particular, opción que siempre escogía: la señora de la casa se esforzaba por obsequiar al visitante con lo mejor de la cocina y de los viñedos del lugar. Conocí variadas familias francesas. Especialmente memorable fue mi segunda visita a Milhouse, en Alsacia, casi en la frontera con Alemania; al terminar mi charla una anciana se me acercó para decirme que, por mi medio, quería hacer llegar al embajador de México las memorias manuscritas de su bisabuelo, oficial del ejército de Maximiliano. “Madame —le dije—, el embajador (el historiador Silvio Zavala) se va a quedar con el libro, ¿por qué no me lo obsequia a mí?”. La amable anciana estuvo de acuerdo y me lo regaló: una gruesa libreta, con bellos dibujos a tinta de la vida mexicana, con hermosa caligrafía en que se iba narrando toda la campaña del ejército expedicionario francés desde el desembarco en Veracruz y las peripecias en cada localidad que iba ocupando. Día tal, nos apoderamos de Veracruz, de Paso de Ovejas, de Paso del Macho, de Xalapa… El 5 de mayo simplemente escribió: “No pudimos tomar Puebla”, sin el menor comentario. La fecha del 5 de mayo no la recuerdan en Francia, obvio. En varias ocasiones, cuando sabían que yo era mexicano y estudiaba historia, invariablemente me preguntaban por la “batalla de Camarón”, de la que los mexicanos nunca hemos oído nada; pero que en Francia es muy famosa, al grado de que es la gran fiesta tradicional de la Legión Extranjera. Ante la insistencia francesa, me tuve que poner a estudiar: en libros mexicanos sobre Maximiliano y la intervención francesa no encontré nada; en cambio, en libros franceses abundaban las noticias: el 30 de abril de 1863, 64 hombres de la Legión Extranjera, al mando del capitán Danjou que protegían un convoy destinado al sitio de Puebla (muy lejano del 5 de mayo de 1862), fueron atacados en el pequeño poblado de Camarón por más de dos mil soldados republicanos y después de nueve horas de resistencia solo quedaron tres con vida. El capitán Danjou tenía una prótesis de madera en uno de sus brazos, que ahora se conserva con veneración en el cuartel general de la Legión. Por cierto que las grandes epopeyas, derrotas, de la Legión son Camarón y Dien Bien Phu, hacia 1954, cuando perdieron Indochina (Vietnam).

Y, en vísperas del 5 de mayo, recuerdo que en esa fecha, de 1965, conocí a doña Luz Aurora Victoria Díaz Ortega, hija de mi general Porfirio Díaz, el día en que ella cumplía 90 años. Según me dijo mi querida Virginia Guedea, nieta de doña Luz Aurora, ese nombre era, y es, frecuente en la familia, pero a su hija, la única que tuvo don Porfirio en su primer matrimonio, le añadió Victoria, por haber nacido el 5 de mayo. Además de Luz Aurora, mi general tuvo de su primer matrimonio un hijo: Porfirio. El errante soldado tuvo más hijos fuera de matrimonio, de los que la consentida fue Amada Díaz, cuya madre prácticamente desapareció de la historia. Doña Luz Aurora Victoria falleció semanas después, el 21 de junio, y su hija María Luisa, mamá de Virginia Guedea, falleció en la mañana del 8 de julio, si mal no recuerdo, en su casa de Ricardo Castro 62, en Guadalupe Inn, al sur de la Ciudad de México. Durante los últimos tres meses de vida de la señora María Luisa, le llevaba yo diariamente la comunión en las mañanas. Con ocasión de todo lo último que aquí escribo, tuve la suerte de conocer a varios de los parientes y descendientes de Porfirio Díaz. Familias venidas a menos económicamente, pero con toda la refinada, y al mismo tiempo muy sencilla, educación de sus antepasados.

El próximo día 5, se recordará en México la batalla contra los franceses, y el 30 de abril, en Francia la Legión Extranjera recordó solemnemente la batalla de Camarón (Camerone en francés), de la que en México nadie se acuerda.

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