Ha partido un verdadero
pilar de la tradición,
un juglar de corazón
y extraordinario laudero.
Guarda silencio el pandero
las jaranas y tambores
mientras que los bailadores
descienden de la tarima
y El Corte invoca una rima
en memoria de Andrés Flores.
Mi verso es un homenaje
para quien honor merece,
para el son que a diario crece
aumentando su follaje.
Las semillas del lenguaje
arraigan en el oído,
y al evocar tu sonido
las nuevas generaciones
verán abrirse, en sus sones,
las flores de tu apellido.
Son las flores que sembraste
con toda tu versería,
flores en la melodía
de cada son que entonaste.
Flores que hicieron contraste
con este tiempo usurero,
flores con las que un laudero
nos dio un mensaje rotundo:
hay que apreciar en el mundo
más las flores que el dinero.
Son flores tuyas, lo sé,
las de balcones y palcos,
las que lleva el Coatzacoalcos
cuando más azul se ve.
Los cantos del Chuchumbé
y las Flores de Parota,
cada instrumento que brota
de tu esfuerzo lo asevera:
en tus manos la madera
florece nota por nota.
Flores son cada jarana
cada pandero y tarima,
cada verso y cada rima
de la lengua castellana.
Flor del campo, flor urbana,
en la milpa o en la acera
vuelve a ser flor la madera
cada vez que suena un son
y emerge la tradición
más allá de las fronteras.
Tu herencia no queda trunca,
ni tu memoria se olvida
porque hay flores en la vida
que no se marchitan nunca.
Si hoy la tradición se inculca
y arraiga en los versadores
es porque hubo profesores
que al Son le hicieron un templo
en tu herencia y en tu ejemplo
seguirás vivo, Andrés Flores.
