Ayer fue día del maestro. Van mis rábanos para todos aquellos hombres y mujeres que construyen a diario el futuro de este país.
Si me fijo en el pasado
siempre fallé en las tareas
los versos y las corcheas
mucho esfuerzo me han costado.
Y aunque siempre he reprobado
y persisto en mis errores
hoy quiero rendirle honores
a la voz de la experiencia
felicitando a conciencia
a todos los profesores.
Sé bien, por algunas pláticas,
que existen en los salones
igual maestros gruñones
que profesoras simpáticas.
Sea español, sean matemáticas,
o astrofísica aplicada
toda enseñanza es sagrada
pero yo con regocijo
cito siempre a aquel que dijo
“sólo sé que no sé nada”.
No es ni el gis ni el pizarrón
lo que da la autoridad
sino la capacidad
de poner el corazón.
Es la primera lección
que, hablando de ciencia o arte,
no es bueno vanagloriarte
aunque alardees de talento
hasta el aprendiz más lento
algo tendrá que enseñarte.
Hoy pienso en aquel ancestro
que en un pasado lejano
le enseñó a otro ser humano
a hablar y fue su maestro.
¿Quien forjó el idioma nuestro?
¿Fue un hombre? ¿Fue una mujer?
Ese hipotético ayer
persiste y no se me olvida
que cada día en la vida
queda más por aprender…