En 1989, en su segundo año como presidente nacional del PRI al que encabezó de 1988 a 1992, Luis Donaldo Colosio Murrieta fue el primer dirigente del hasta entonces invencible partido del carro completo, en reconocer que el PAN le había ganado una gubernatura.
Fue Ernesto Ruffo Appel en Baja California el primer mandatario estatal a quien le reconocieron el triunfo en las urnas y tres años después, en 1992, llegaría a gobernar Chihuahua el también panista Francisco Barrio Terrazas, tras su fallido intento de 1986.
A 32 años de aquel lejano 1989, el actual dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, visita hoy Nuevo León para dar el espaldarazo al nombramiento oficial de Adrián de la Garza como candidato oficial de su partido a la gubernatura de Nuevo León.
Aquel 1989 era el tiempo de las famosas concertacesiones del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, quien había llegado al poder en la cuestionada elección de 1988, cuando el entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, dijo que “se cayó el sistema”, aunque nunca aclaró si el electoral o el político.
En aquel 1988, con el manejo de las elecciones en manos de la Secretaría de Gobernación, se declaró el triunfo de Salinas sobre el de Cuauhtémoc Cárdenas, quien intentaría sin éxito llegar a la Presidencia en las dos campañas siguientes.
Hoy en este 2021, las elecciones ya no las maneja la Secretaría de Gobernación, el PRI ha perdido desde entonces tres veces la Presidencia de la República, dos veces la gubernatura de Nuevo León y seis veces la alcaldía de Monterrey.
Hoy, 24 de febrero de 2021, Luis Donaldo Colosio Riojas es el candidato ciudadano de un partido distinto al que su padre dirigió y paradojas de la política, acusa a los priistas que aspiran a la gubernatura de Nuevo León y a la alcaldía de Monterrey, de pretender descarrilar su candidatura al gobierno de la capital del estado.
Hoy, Día de la Bandera, el líder nacional del también llamado partido tricolor estará en Monterrey y es obligado su pronunciamiento sobre el tema Colosio, la segunda generación de un apellido que si esta vez no es tratado con respeto, a diferencia de 1994, puede significar para el PRI perder por séptima vez el control del Palacio de Cristal.
