Cultura

Un cuento irrepetible

  • Ruta norte
  • Un cuento irrepetible
  • Jaime Muñoz Vargas

Lo celebro por enésima ocasión porque no deja de asombrarme. Me refiero al cuento “Los locos somos otro cosmos” (Las vocales malditas, 1988), de Óscar de la Borbolla. 

Para quienes no lo sepan, este libro contiene cinco cuentos, cada uno monovocálico, es decir, con una sola de las vocales en cada una de sus palabras, de ahí que sean cinco. 

Los títulos de los relatos también suponen este juego: “Cantata a Satanás”, “El hereje rebelde”, “Mimí sin bikini”, “Los locos somos otro cosmos” y “Un gurú vudú”. 

El que más me gusta es el de la “o”, que comento no sin antes decir que en Youtube hallé una versión dramatizada indudablemente genial, pese a la modestia de su producción.

“Los locos somos otro cosmos” me gusta por el juego monovócálico, claro, pero también por la peliaguda situación que plantea. 

Aunque se desarrolla en un laboratorio cerrado, es pura acción, una vertiginosa escalada de pequeñas situaciones incrustadas en la situación general: un loco, Rodolfo, está a punto de recibir una andanada de electrochoques. 

Quienes se encargan de ejecutar el procedimiento son el doctor Otto y sus asistentes, sor Flor y sor Socorro.

El cuento inicia cuando ya Rodolfo está aparentemente sometido. 

Todo parece una acción rutinaria: “Otto colocó los shocks. Rodolfo mostró los ojos con horror: dos globos rojos, torvos, con poco fósforo como bolsos fofos; combó los hombros, sollozó: ‘No doctor, no... loco no...’ Sor Socorro lo frotó con yodo: ‘Pon flojos los codos —rogó—, ponlos como yo. Nosotros no somos ogros’”. 

Lo que no saben quienes doblegan a Rodolfo es que éste va a rebelarse y, aunque primero quiere, sin éxito, sobornarlos con elogios, luego emplea toda su fuerza física para tratar de escapar: “soltó tosco trompón, sor Socorro rodó como tronco. ‘¡Pronto, doctor Otto! —convocó sor Flor—. 

¡Pronto con cloroformo! ¡Yo lo cojo!...’ Rodolfo, lloroso con mocos, los confrontó como toro bronco; tomó rojo pomo, gordo como porrón. Sor Flor sonó como gong, rodó como trompo, zozobró”.

El intento de fuga queda en eso, en intento, pues el doctor Otto retoma la iniciativa y trata de convencer por la buena a Rodolfo para continuar con el suministro de los shocks: “Rodolfo... don Rodolfo, yo lo conozco... como doctor no gozo con los shocks; son lo forzoso. 

Los propongo con hondo dolor... Yo lloro por todos los locos, con shocks los compongo...”.

Lo que viene a continuación es quizá la parte más poderosa, por conmovedora, del relato: Rodolfo explica que los shocks no son necesarios si se alcanza a comprender la otredad del loco, individuo que sólo es distinto. 

El loco toca aquí un vuelo poético hermosísimo cuando se refiere a las diferentes especies de vida, todas distintas, que le sirven de ejemplo para persuadir al doctor Otto sobre el respeto al otro: 

“Nosotros somos los locos, otros son loros, otros, topos o zoólogos o, como vosotros, ontólogos. 

Yo no los compongo con shocks, no los troncho, no los rompo, no los normo...”. 

El cuento sigue y cierra igual, con la maravilla de su ejecución monovocálica y el desarrollo de su tema eje: el respeto al diferente.

“Los locos somos otro cosmos” es un cuento extraordinario y ahora sí lo digo con un adjetivo algo manido pero justo en este caso: irrepetible.

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