Hay escritores que no son escritores, sino literaturas. Lo son en el sentido casi nacional de la palabra, por la cantidad y la cantidad de obra y por la imposibilidad de agotarlos. Esto es así al grado de que podemos pensar, por ejemplo, que en las facultades podría existir, junto a la licenciatura en Letras Hispánicas o Portuguesas, una licenciatura en Homero, una licenciatura en Dante, una licenciatura en Shakespeare, una licenciatura en Víctor Hugo o una licenciatura en Goethe. Saúl Rosales ha atravesado en los años recientes, ceñido a esta hipotética modalidad académica, una licenciatura en Cervantes y en los meses que corren está cursando otra: la licenciatura en Sor Juana.
Quiero decir que nuestro escritor, acaso el maestro de literatura por antonomasia en La Laguna, aró por muchos años en el inabarcable territorio de Cervantes, en particular del Quijote, libro que generó dos libros —Un año con el Quijote y Don Quijote, periodistas y comunicadores— que en su momento comenté y hoy reitero que dan cuenta de lo mucho y muy nutricio, en términos de enseñanza literaria y ética, principalmente, asequible en esa catedral narrativa edificada hace poco más de cuatro siglos. En suma, durante los años cercanos al cuarto centenario del caballero andante, Rosales se licenció en Cervantes.
Ahora, de un tiempo a esta parte del tiempo, con igual pasión y agudeza ha dedicado sus horas de lector y escritor a navegar en el mar de Sor Juana, en la licenciatura de Sor Juana. El resultado de estos placenteros afanes se ha condensado ahora es Sor Juana. La Americana Fénix (UAdeC, 2019), libro que desde el título nos guiña el ojo: si tratará sobre la escritora más importante del barroco mexicano, justo es que el pórtico del libro contenga el arabesco de un hipérbaton, figura retórica clave del novohispano estilo.
El libro de Saúl Rosales, lo confiesa desde el prólogo aunque con palabras no tan explícitas, es a su modo la historia de un enamoramiento que viene de muy lejos. El autor, prendado de las altas prendas así físicas como espirituales de la jerónima, le ha rendido en estos años el tributo de leer minuciosamente su obra, la de sus biógrafos y la de sus comentaristas para, al final, producir una serie de asedios en los que podemos asombrarnos ante la celebrada discreción de la Americana Fénix. Diez ensayos, trece artículos, una cronología: el amor de Saúl Rosales por Sor Juana se desbordó en el gozo.