No soy de medios audio, visuales ni audiovisuales, por eso el auge de los podcasts no me ha seducido.
Esto no significa, sin embargo, marginarme si alguien me convida a trabajar en un producto de esa índole, como pasó con la propuesta del comunicólogo regiomontano Gabriel Contreras, quien me invitó a dialogar sobre la reedición de mi libro Leyenda Morgan (UANL, 2023) para, con ese material, armar un podcast.
Ya quedó, y pronto podré ponerlo al alcance de quien guste escucharlo.
La primera respuesta que di es la siguiente, y creo es útil para acceder a la materia de la literatura criminal.
Mi primer contacto con la literatura policial, detectivesca o criminal se dio, como supongo les ocurre a muchos lectores incipientes, con los cuentos de Edgar A. Poe, particularmente con el primer cuento policial de la historia de la literatura policial:
“Los crímenes de calle Morgue” en la edición de Porrúa de la colección Sepan cuentos.
Allí también hay otros cuentos policiales famosos, como “La carta robada”, y en esas historias me asombró la acumulación de pistas y la tremenda capacidad de Auguste Dupin para atar las pistas y esclarecer el misterio.
Supe entonces que todo escenario de un crimen o todo relato detallado de un delito esconden mensajes, comunican, y la tarea del investigador es decodificar bien los indicios, interpretar las huellas.
Poco después, en la misma colección Sepan cuentos de Porrúa, leí los cuentos de Conan Doyle que tienen como protagonista, ya lo sabemos, al detective más famoso de la literatura, Sherlock Holmes.
Son historias algo mecánicas, de estructura algo rígida, dirigida al público europeo del siglo XIX, cuando todavía lo policial no había alcanzado la popularidad que luego tendría.
Gracias a Holmes se afianzó en mí la certeza de que lo más importante en una historia de este tipo son las pistas, y que el investigador astuto debe ser capaz de conjeturar lo que comunican
Con los años seguí leyendo de todo, y no faltaron libros policiacos, aunque no muchos, pues hasta la fecha no me considero un lector o escritor de este tipo de literatura, sino un lector a secas que en el camino ha leído y escrito algunos relatos policiales.
Cayó en mis manos, por ejemplo, el libro escrito por Borges y Bioy firmado con el seudónimo H. Bustos Domecq, que exagera hasta lo paródico los recursos de la narrativa detectivesca de enigma. También me gustó mucho Rodolfo Walsh, su libro Variaciones en rojo.
De los mexicanos, comencé con Bernal y Taibo, y con el paso del tiempo se han sumado autores más recientes.
También debo decir que el cine y series de televisión me han orientado y estimulado para animarme a escribir cuentos policiacos.
Debo agregar que para mí es muy importante la noción de principio, medio y fin.
No me agradan las historias deshuesadas, los finales nebulosos, demasiado abiertos o mañosamente resueltos, sin pistas previas.
Un último detalle: cuando pensé en escribir algo policial, pensé en combinar el relato de enigma con el policial duro.
Es decir, que en una misma historia hubiera una pregunta y elementos que aludieran a la viscosidad de la violencia común, no la relacionada con el narco, sino con los robos, extorsiones y demás tropelías que siempre han existido.