Como ciudadano comprometido acudí a votar el domingo. Me entregaron mis tres papeletas para elegir presidente municipal, diputados locales y diputados federales. En ese momento inició mi dilema, en lo referente a presidente municipal fueron Lemus y Lomelí los que tuvieron más exposición y consecuentemente los mejor posicionados. Fue apenas el día 6 cuando supe de los otros 12 que se quedaron en el camino por la alcaldía de Guadalajara. Tan pronto deposité mis papeletas en sus correspondientes urnas, colorearon mi dedo pulgar derecho con tinta indeleble.
En el caso de los dos punteros, cada uno de ellos se encargó de echarle todo el lodo posible al otro, es decir: se sacaron sus trapitos al sol. Eufemísticamente se ha dado en llamar guerra sucia a esta práctica, ¿acaso hay guerras limpias? En el supuesto que sea verdad lo que uno decía del otro, por lo pronto sembraron en el electorado una duda razonable.
Incluida esta ocasión, he asistido a votar ocho veces. Desde la primera vez acudí desconfiado porque durante mi infancia escuché a mis mayores decir que las elecciones estaban “arregladas” en beneficio del partidazo que se adueñó no solo del gobierno, sino del destino de los mexicanos durante 70 años consecutivos, más seis adicionales después de los 12 del ridículo del PAN en la presidencia. Durante mi juventud escuché a mucha gente decir que votaban por el partidazo porque no había de otra, aunque robaban, dejaban robar –decían–. Esa fue la triste historia de México durante 70 años de dictadura perfecta (dixit: Mario Vargas Llosa). Más 12 de contubernio con el PAN.
En cuanto a diputados locales y federales, ellos también son parte del elenco de la desprestigiada fauna política. Debido a que no supe los nombres de los aspirantes a vivir del erario merced a una curul, opté por votar por el partido que considero menos peor. Muy pocos saben que los diputados son representantes del pueblo, los federales en el Congreso de la Unión y los locales en el Congreso del Estado. En teoría son nuestra voz.
Cada tres años los aspirantes a diputados hacen proselitismo en sus correspondientes distritos, terminan las elecciones y jamás vuelven a visitar a los ciudadanos que supuestamente representan. Estimado lector, ¿sabes quiénes son tus diputados? Claro que no, lograron su objetivo, ya tienen su curul, más generosas prestaciones, qué más quieren. Se acabó aquello de hacer negocios en lo oscurito.
Colofón
Debido a que no conozco a mi representante local ni al federal, no sé qué esperar de ellos, o debería decir ¿ellas? Tal vez ya tienen mucha chamba por delante, principalmente quitarse la mala fama de que la polaca es una cochinada. A los nuevos integrantes y los que repiten en sus correspondientes congresos, les corresponde demostrar que las cosas han cambiado para bien de sus representados y de la nación. En ellos deposito mi confianza.
Jaime Marín