Margarita Zavala tenía muy claro que en la ruta del Frente Ciudadano por México, que integraron el PAN, el PRD y el partido Movimiento Ciudadano, sus posibilidades de conseguir la candidatura presidencial eran casi nulas. Por eso aprovechó la nula respuesta de su dirigente nacional, Ricardo Anaya, a la petición de ella, y de los también suspirantes, el ex gobernador poblano Rafael Moreno Valle, también panista, y el gobernador perredista de Michoacán, Silvano Aureoles, de que fuera una elección abierta a la ciudadanía, el mecanismo para elegir al abanderado presidencial del Frente. Fue el pretexto perfecto para renunciar al PAN con el argumento de falta de democracia interna y buscar esa aspiración a través de una candidatura independiente, que tendrá que conseguir en 120 días más de 866 mil firmas, en al menos 17 entidades de la República.
Este rompimiento demuestra la incapacidad que tienen en general los panistas para ponerse de acuerdo. Las salidas de grandes figuras del PAN que los debilitan en momentos que tienen grandes posibilidades de conquistar o mantener el poder son cíclicas en el blanquiazul, tanto a nivel nacional como local. Es una decisión, pues, que resta a Margarita y a Ricardo, y le quita peso al PAN en los equilibrios del Frente. De hecho, en el PRD hubo voces de júbilo por la salida de la ex primera dama, a la que negaron siempre cualquier apoyo por considerar que carecía de experiencia y de un proyecto claro de gobierno, y por representar al calderonismo y sus lastres. Esto pese a ser la que siempre encabezó las encuestas y es la que en papel, estaría más cerca de competirle a AMLO.
Por eso la salida de Zavala del PAN la festejó también Andrés Manuel López Obrador, que sigue de puntero en las mediciones pre electorales. La lectura desde el partido MORENA es que cualquier cosa que impida la consolidación del Frente les beneficia.
La ruptura de Zavala con Anaya contribuye a la pulverización del voto a la que apuesta el PRI para que no se concentre en un solo polo electoral, sino que se distribuya en diversas opciones que les permita llegar con posibilidades de triunfo con su voto duro, pese a la baja aprobación presidencial y el desgaste por los casos de corrupción e inseguridad.
Pero no sólo piensan en la dispersión del voto antipriista. El factor Zavala vino a consolidar la posibilidad de que José Antonio Meade termine siendo el candidato priista a la Presidencia de la República, como se perfiló desde la pasada Asamblea Nacional del PRI, donde se derogaron los requisitos de militancia que el actual titular de Hacienda no cumplía.
La apuesta del PRI en ese eventual escenario sería tratar de sumar al voto duro priista otros votos que atraería un perfil como el de Meade, alejado del tradicional político priista y caracterizado más por su perfil técnico. Por haber despachado en dos secretarías con el gobierno de Felipe Calderón, desde Los Pinos no descartan que entre esos votos vengan muchos de los que ahora están con Margarita Zavala, en lo que podría terminar como una alianza de facto. Al tiempo.
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