Los seres humanos por naturaleza somos frágiles: estamos constituidos de tal manera que una simple uña enterrada en el pie trae molestia y dolor.
¿Ha pensado qué hospital y/o galeno le proveerán de servicios médicos en el futuro a usted y a sus seres queridos? Vivimos en una economía abierta y si no quiere sufrir en las instituciones de salud públicas, deberá recurrir al sector privado, donde debe tener alto poder adquisitivo para no palidecer con la remuneración de los pagos de los análisis clínicos, uso de aparatos médicos y honorarios de los doctores que lo atienden. ¿Esto es correcto desde el punto de vista ético?, ¿no debería haber un mejor servicio médico a precios populares?, ¿deberíamos de dudar de los medicamentos genéricos, por el hecho de ser baratos?, ¿puedo desdeñar a un émulo de Hipócrates, porque ofrece su servicio por 40 pesos?
Las pandemias modernas, como símbolos del Apocalipsis, son la diabetes mellitus, la hipertensión arterial, la obesidad y el sobrepeso, el cáncer y el dengue, todas se han llevado muchas vidas.
La medicina ha avanzado de manera prodigiosa, pero los beneficios no llegan al grueso de la población porque como otros bienes y servicios, la salud se vende al mejor postor.
Las quejas más recurrentes de los usuarios del sector público son: las instalaciones obsoletas e insuficientes, la falta de medicamentos, la actitud de los trabajadores y algunos médicos que atienden deshumanamente y a destajo, como si vendieran enchiladas.
En México, la salud pública es un mal que todo gobierno debe solucionar; con recursos ex profeso para tal cuestión, con personal capacitado, con promoción al deporte y con educación de la población, se puede aminorar dicho problema.
Y usted, amigo lector, ¿qué hace para preservar su salud?
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Israel Moreno
Tampico /