En este espacio se han explicado algunas teorías de la motivación laboral y los clásicos siempre han apoyado con su sustento; por otro lado, el coronavirus ha desnudado a las empresas y personas, por lo que ante tanta barahúnda por la contingencia en fase 3, trataré de explicar la conducta de algunos individuos que deambulan por las calles a la buena voluntad de Dios. ¿Por qué se arriesgan?
Toda conducta humana es por una necesidad o por un gusto; usted está leyendo este artículo porque quiere hacerlo y/o porque necesita estar enterado de lo que acontece.
Si la autoridad indica que nos debemos cuidar no saliendo de nuestras casas, más que para lo mínimo indispensable, ahí entran las prioridades que tenga cada uno de nosotros para satisfacer un deseo que puede ser baladí, o un imperativo requerimiento.
Abraham Maslow, autor de motivación que clasificó las necesidades, es quien con su teoría de la pirámide, aclara en mucho el actuar de esas osadas personas.
Pone las necesidades fisiológicas como de primer nivel para satisfacer antes que otras, por ser vitales para sobrevivir: la comida, el calzado, el dormir, el sexo, el beber y demás requerimientos, son lógicamente los que se satisfarán primero.
En segundo lugar, pone la seguridad para ser cubierta, pues la persona necesita sentirse “fuera de peligro”; por eso buscamos una casa, un contrato de trabajo, un servicio médico que nos atienda por cualquier situación azarosa, etc.
Vemos con admiración que Maslow tenía razón: porque la gente que no tiene un trabajo seguro, ni un sueldo y ni prestaciones, necesita salir a buscar el alimento para él y los suyos.
Imperan en la persona sus necesidades fisiológicas a las de seguridad, primero come y luego se cuida del coronavirus o cualquier otra cosa.