¿Recuerda a Charles Darwin? El científico inglés que revolucionó al mundo con sus ideas del origen de las especies; y si lo recuerda, ¿qué tendría que hacer este naturalista y su teoría de la evolución en un espacio de la Administración?
Pues en primer lugar, las empresas, al estar formada por seres humanos, técnicamente son seres vivos: nacen, buscan sobrevivir en un ambiente cambiante, crecen, se reproducen y mueren.
Si estas organizaciones, durante su nacimiento e intento de supervivencia se hacen fuertes, sólidas y aparte de sobrevivir se expanden, hablamos de empresas bien administradas que se acoplan internamente a los cambios externos.
Empresas nacionales que elaboran pan, cemento, harina para hacer tortillas y las que comercializan alimentos mexicanos son las que podemos ubicar actualmente como seres vivos nutridos, resilientes y en vías de más crecimiento por “selección natural”.
Las empresas bien administradas son seres vivos en su máximo esplendor; y no necesariamente las organizaciones más longevas o con más dimensiones en estructura tienen la seguridad que seguirán vivas en ese futuro convulso: los dinosaurios no terminaron por el meteorito que golpeó a la Tierra, sino porque no pudieron adaptarse a los cambios producidos.
¿Recuerda, ilustre lector, algunas empresas de la zona que ya están extintas?
Este tema lo leí en el libro de Gary Hammel titulado “Lo que ahora importa”, y vienen otros temas harto interesantes, que todo estudiante y profesionista de la Administración debería consultar. Las ideas de Darwin se aplican a todos los seres vivos, y por analogía, lo aplicamos a los negocios, los partidos políticos, los equipos deportivos y hasta la siniestrada Catedral de Notre Dame: surgirá de sus cenizas.