Siendo la Administración una ciencia universal, les informo que todos somos administradores por naturaleza; ya que en todas las empresas, en todas las familias y en todos países, se aplica (se quiera o no) esta ciencia tocada por Dios.
Usted que ha trabajado en cualquier empresa, que ha visitado cualquier restaurante, boutique, estética y demás etcétera, le confirmo: sabe de Administración.
A través del sentido común, hasta tiene el potencial para escribir un libro, respecto a los aciertos y errores que cometen las empresas, que al final de cuentas, son decisiones que toman los dueños o jefes. Usted pudiera redactar cualquier experiencia suya o de otra persona, explicando los antecedentes, la ubicación del problema, la decisión tomada… y el resultado, positivo o negativo. Con ese “caso real”, que puede ser leído y discutido, usted se jacta de saber Administración.
Si a esta experiencia, le agrega el sustento del conocimiento, se documenta con los más nuevos teóricos referentes al manejo de empresas, emite un comentario sesudo y procaz respecto a la solución de problemas administrativos cuando está de cliente en un negocio y lee libros al respecto de los gurúes mundiales, implica que aparte de ser administrador empírico, será un profesional respecto al manejo óptimo de cualquier organización.
En más de 20 años que tuve el privilegio de ser profesor a nivel universitario, ejemplifiqué en la realidad el tema de la clase en específico, sustentándolo, obvio, con la teoría. Todos los casos expresados en mi cátedra, al ser explicados, mis pupilos usando su empatía e imaginación, aprendían.
Ahora, con experiencia en las empresas, esos alumnos tienen además el conocimiento práctico para realizar mejor el trabajo de un LAE: hacer funcionar un negocio.
