
En las épocas en las que se sobrevalora la riqueza, afirmó el sabio Lao Tse, la gente se vuelve o menos honrada o más imprudente. En opinión del maestro chino, hay que debilitar las ambiciones y fortalecer la resolución de las personas.
Ambición es una palabra procedente del latín que significa “rodear, poner cerco”. Es ese largo desvío que nos hace olvidar que nuestros goces son mucho más fáciles de conseguir que las riquezas. Pues desvivirse por las ganancias es, en definitiva, malvivir. El historiador Plutarco plasmó esta idea en la conversación imaginaria entre un rey griego y su mejor amigo. “¿Qué te propones con esta guerra?” “Si derroto a los romanos, conquistaré toda Italia, pues ningún otro pueblo podrá resistir el poderío de mi ejército”. “Y cuando Italia caiga en tu poder, ¿qué harás?” “Tomaré Sicilia, una isla próspera que está hundida en el caos de las revueltas y el desgobierno”. “¿Y en Sicilia acabará tu expedición?” “Si venzo en Sicilia, será el preludio de mayores empresas. Marcharé sobre Libia y sobre los países fronterizos, que caerán uno tras otro”. “Pero cuando seas dueño y señor de todos esos territorios, ¿qué harás?” El monarca, echándose a reír, contestó: “Entonces me tomaré un largo descanso junto a ti, copa en mano cada día y charlando a todas horas”. Su amigo preguntó: “Y si es eso lo que deseas, ¿qué nos impide disfrutar ya de la bebida y de las conversaciones entre nosotros, pues podemos hacer ahora pacíficamente lo que según tus planes conseguiríamos a costa de sangre, sufrimientos y peligros, causando males y padeciendo daños?”
Irene Vallejo