Cultura

¿Cómo podremos defendernos?

  • Columna de Inés Sáenz
  • ¿Cómo podremos defendernos?
  • Inés Sáenz

Terminé de leer Una novela criminal, de Jorge Volpi, justo en el momento en que una tromba con granizo se metía entre las ventanas abiertas del departamento. El bramido de los truenos se acomodaba muy bien con la desazón que sentía mientras llegaba a las últimas páginas de esta novela documental, como la llama su autor. Ahora, momentos después de la tormenta, escribo alumbrada por un sol tan intenso, que me hace dudar si la lluvia fue un sueño. Mientras trato de organizar en palabras la dura experiencia de haber leído este libro de casi quinientas páginas, me llega la imagen del personaje de Cien años de soledad –el último de los Buendía– leyendo los pergaminos premonitorios sobre la destrucción de Macondo de la faz de la tierra. El hecho de leer desplegaba múltiples realidades que se sincronizaban en la conciencia de su muerte, el acto inminente de la pérdida de su mundo, y el desenlace del propio libro.

Nada hay más alejado que estas dos novelas. Me pregunto por qué la absurda asociación de mi mente que mezcla el realismo mágico del colombiano con el realismo sin ficción del mexicano. Intento digerir lo que nos informa esta novela sin ficción que saca a la luz los expedientes judiciales, las declaraciones y las entrevistas de quienes componen el rompecabezas del caso Florence Cassez. Todos los mexicanos recordamos el affaire Cassez con un gusto agrio. Después de leer a Volpi, el amargor se vuelve insoportable, pero no por las razones patrioteras. Todo lo contrario: la certeza que en un momento tuve de la culpabilidad de la francesa encarcelada siete años en nuestro país se hace añicos. Después de estar escribiendo esto, sospecho que la conexión entre las dos novelas proviene de las lecciones que nos dan sobre nuestra realidad: un mundo de pura fabulación, lleno de conjeturas, de ambigüedades, donde la verdad se esconde en un sitio inaccesible.

La astucia literaria de Volpi, la agilidad de su prosa, el eficaz manejo de la información, sus propias conjeturas y dudas me envolvieron de principio a fin. Leerla ha supuesto un duro aprendizaje, una advertencia a mirar con total desconfianza el espectáculo que nos presenta nuestro presente.

Estoy confundida, metida en una maraña de historias, de palabras, de datos que –sumados– forman mi espejismo cotidiano. Justo esta semana, cuando supimos de la trágica muerte de los tres estudiantes de cine de Guadalajara, cuando leímos las historias que explicaban el caso, me es imposible olvidar las lecciones de Una novela criminal. Me pregunto: ¿Cuál es la verdadera historia? ¿Cuál es la motivación para contar lo que se cuenta? ¿Es la historia de una equivocación en medio del pleito de dos bandos enemigos, o hay algo silenciado en las grietas de la trama? No quiero detenerme en el horror infligido a los jóvenes que no merecieron morir antes de tiempo. Solo deseo explicar lo que percibo ahora, lo que imagino. Me siento como un pequeño insecto atrapado por una telaraña de ficción.

La ausencia de verdad nos ha hecho un daño irreparable.

Reproduzco aquí un chiste contado por el escritor sobre un concurso internacional para determinar cuál es la policía más eficiente del mundo. El concurso consiste en encontrar un conejo perdido en la ciudad. Quien lo encuentre demostrará que tiene la mejor corporación del mundo. El agente del FBI “estudia los rastros del conejo y, al cabo de dos horas, lo trae de vuelta. Aplausos del público. Toca el turno al agente del Mossad. Misma historia: husmea, investiga, atrapa al conejo y lo entrega al cabo de una hora. Aplausos redoblados”. Toca el turno al agente de la AFI mexicana, que regresa al cabo de quince minutos. “Solo que no trae consigo un conejo, sino un enorme elefante, al cual arrastra de la trompa. Cubierto de moretones y heridas, el enorme animal confiesa entre lágrimas: soy un conejo, soy un conejo, soy un conejo”.

Sigo confundida. El escenario preelectoral me trae con un desasosiego enorme, porque la mentira de la política, la mentira que se espera de la política, la mentira que se considera propia de la política, es en este caso parte de esa misma telaraña que nos asfixia.

¿Cómo podremos defendernos?

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