Los municipios siguen estando en la última posición siempre que se discute el presupuesto en la Cámara de Diputados. Los resabios del centralismo siguen dominando, y los alcaldes terminan siempre un largo peregrinar para poder gestionar recursos que les permitan atender las necesidades que los habitantes les demandan.
En días pasados, fuimos testigos de cómo un grupo de presidentes municipales al realizar una protesta en Palacio Nacional fueron rociados con gas pimienta, tratados como si fueran delincuentes cuando estaban solicitando establecer un diálogo que les permita poder obtener mayor presupuesto para los municipios.
Nuevamente, la discusión del presupuesto mantiene un tono centralista, bajo el argumento de que se ha dado un manejo opaco o incluso dispendio en el manejo de los recursos asignados a los municipios. Así es como intentan legitimar la involución centralista.
Recordemos que bajo nuestro principio de autodeterminación constitucional somos República, democrática, conformada por estados y municipios libres, pero unidos en un pacto federal, donde la distribución del reparto fiscal debería estar ajustadas a las formulas al principio constitucional de proporcionalidad con cada una de las entidades así como la Ciudad de México, es decir, en función de la proporción de sus aportaciones al gobierno federal y su congruente reciprocidad.
En el ejercicio de las libertades públicas como lo es el derecho de manifestación que ha atestiguado la capital, producto de movilizaciones democráticas, construyeron el avance institucional con que hoy cuenta la ciudad.
Reprimir a autoridades electas democráticamente que se manifiestan por un tema de federalismo es un exceso, ¿no cree usted?