
Pochote es un taller familiar donde moldean y pintan a mano piezas únicas de cerámica mayólica. La calidad de su producto llega a diferentes partes del mundo, incluido el Vaticano, con una imagen de la Virgen de Guadalupe concedida al Papa Francisco por la jerarquía católica mexicana.
En este taller se hace cerámica decorativa y utilitaria, comenta Fermín Zárate Trujillo, artista plástico, encargado de la parte creativa del taller ubicado en la zona de Xalostoc, municipio de Ecatepec, Estado de México, donde cada pieza tiene diseño propio es pintada con pincel.
Es una labor delicada. Hecha con esmero. Cada línea, la mayoría onduladas, es casi perfecta sobre este material que tiene varios procesos, cuyo final es una segunda horneada a temperatura alta, pues solo así se protege y reafirma la creatividad plasmada por el equipo humano.

Pochote tiene una década. “Es la escuela que hemos creado con mis compañeros”, explica Zárate, quien lidera el equipo creativo, integrado por su esposa, sobrinos y otros parientes, hombres y mujeres, la mayoría jóvenes que deslizan el pincel con exactitud milimétrica.
“Creo que empezamos con una propuesta básica, y conforme pasa el tiempo y producimos piezas, vamos depurando en formas, en líneas, en un constante diálogo con los compañeros”, agrega el maestro, egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM.
“Hay un diálogo que nos permite ir depurando la calidad de las piezas”, agrega Zárate, en la parte superior del domicilio de Pochote, de cuyo nombre es el autor. Hasta acá llega la pieza con la primera horneada, que ellos llaman sancocho, para aplicar el esmalte con pincel.

—¿Cuántos procesos son?
—Primero, el vaciado; luego, la pieza se pule; después, se sancocha; una vez sancochada, se esmalta…
—Se sancocha en el horno.
—Sí, así es, a cierta temperatura. Una vez esmaltada, se prepara para que los decoradores la pinten; ya una vez pintada, se hornea. Y ya el resultado final es el vidriado de las piezas.
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El prestigio del taller ha llegado a varias partes del mundo. Destaca el más reciente. Se trata de una pieza con la imagen de la Virgen de Guadalupe que fue encargada por autoridades de la Iglesia católica mexicana, la misma que también es muy solicitada por compradores.

“Es un medallón redondo, de entre 35-40 centímetros”, refiere Zárate, en referencia a la encargada por la Conferencia del Episcopado Mexicano, cuyos dirigentes regalaron al Papa Francisco en el Vaticano.
—Les dijeron que era para el Papa?
—No, nos hicieron el favor de hacernos llegar fotografías cuando se la están entregando al Papa Francisco.
—¿Qué sienten que un trabajo suyo esté en el Vaticano?
—Yo creo que es importante porque a mí en lo personal ya me había tocado hacer trabajos cuando vino Juan Pablo Segundo en el 2000, en enero; me tocó hacer trabajos para la nunciatura, como fue la cabecera papal, entre otros, y son trabajos que están ahí.
La Guadalupana también es moldeada y coloreada de cuerpo entero, añade Zárate. “Hemos hecho alrededor de 200 piezas, y ahí sí lo tengo claro: se han ido hasta la India, España, Argentina, Brasil, Colombia y mucho a Estados Unidos, como Miami, Texas, Los Ángeles”.
Zárate quiere dejar claro es que cada pieza es única, pues la colorean diferentes manos.
—¿Cuál sería la diferencia entre lo artístico y artesanal?
—Yo creo que las pretensiones. Lo artesanal, bello, pero algo básico; lo artístico es cuando la intención es ser más pretencioso en cuanto a trabajo y emoción. La particularidad de que este trabajo es de Jacqueline, de Johan, y que sé que tiene algo de la persona.
—Porque está hecho a mano…
—Sí, pero aparte de la emoción que te puede transmitir, yo siento que al final el arte es poético.
—¿Qué tipo de colores predominan en sus piezas?
—Los amarillos, los rojos, los naranjas y los verdes. Son los básicos. También los azules. Ya con esos haces el abanico.
—¿Cuáles son su influencia?
—Nos distingue el decorado del diseño y el trazo. Pero hay influencias tanto de Puebla como de Martha Ortiz; amigos y compañeros de escuela me han dicho que es evidente la mano de un pintor en este trabajo.
—¿Y qué significa para usted hacer este trabajo?
—Lo hermoso de este trabajo es cuando las piezas salen del horno, ¿no?, porque ahí es donde el horno hace su trabajo final, ¿no? Una combinación de la mano de los pintores, de nosotros, y también del fuego.
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En la planta baja están varias piezas, preparadas para entrar al primer sancocho, así como una muestra de las ya terminadas, estas últimas sobre una mesa; aquí está Daniel Zárate, representante comercial de Pochote, diseño utilitario y decorativo, quien además se encarga de atender la venta en Plaza de San Jacinto 11, San Ángel, el ya clásico centro de reunión de artesanos y artistas.
Daniel explica que este taller familiar fue fundado por Fermín Zárate, con más de 10 años de experiencia elaborando piezas únicas.
“Somos orgullosos artesanos de cerámica mayólica, técnica cuya presencia en México se remonta a los tiempos de la Nueva España”, explica Daniel, hijo de Fermín. “En nuestra propuesta convergen cuatro fuentes principales de herencia y tradición: la porcelana china, la cerámica árabe y española, así como el reflejo de la amplia tradición ceramista de nuestro país, principalmente, la talavera poblana”.

La cerámica “es para nosotros un medio de expresión que nos permite honrar la riquísima herencia artesanal mexicana que nos precede y da origen”, precisa Fermín, un joven consciente su labor y por eso habla con precisión sobre la tradición familiar.
—¿Cuál es la propuesta?
—Nuestra propuesta es sencilla: conservar el proceso artesanal y aportar elementos de diseño contemporáneo a los diseños tradicionales, refinar al máximo nuestros trazos para crear piezas de calidad Premium con un gran valor técnico y estético que puedan embellecer cualquier ambiente en cualquier rincón del mundo.
—¿Qué significado tiene lo que hacen?
—Parte de lo que hacemos y por qué lo hacemos con gusto es que esto tiene un sentido, un sentido de identidad, un sentido material, de subsistencia, en eso yo vendo lo que hago; un sentido de subsistencia cultural: yo aporto para que no solo esto se mantenga, sino que en algún momento trascienda.
Es cierto que el trabajo es digno, añade Daniel, “pero el trabajo manual, más en tiempos de ahora, es mucho más digno que nunca, ¿no?, y poco a poco, conforme van las cosas, van a ser mucho más valorado, mucho más apreciado a diferencia de lo que se pudiera pensar”.
Lo cierto es que el trabajo que sale de Pochote sirve para decorar salas, hoteles, aeropuertos, embajadas, entre otros lugares, donde refulgirán estos colores sobre jarrones y bandejas con la firma en el reverso de cada autor.

“Con tanta tecnología parece que esto pierde valor, pero es totalmente lo contrario”, rubrica Daniel Zárate.
Y tiene razón.