Política

Un hombre que no cree en nacimientos

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Mientras habla, Mauro mete un “este” cuando no encuentra la palabra adecuada; es su manera de ganar tiempo sin quedarse en silencio. Mauro colecciona mancuernillas de acero, aluminio y plata; las usa todos los días en combinaciones desproporcionadas: 71 mancuernillas para ocho camisas. Estos dos elementos, arrastrar con una muletilla y su manía de acumular un adorno con pretensiones de elegancia, se le han mantenido imperturbables durante 17 años y representan las únicas evidencias de continuidad entre quién era y en quién se ha convertido, porque todo lo demás en su vida se ha roto o ha desaparecido.

Mauro era novio de Martha en 2003, cuando tenía 26. Trabajaba como gerente en un restaurante de carnes. Compraron juntos una camioneta, pero entre ellos surgieron incompatibilidades que cada vez se hicieron más grandes hasta estallar en un asunto irreconciliable: Martha no quería hijos y Mauro sí. Se separaron en 2005. Mauro le pagó a Martha para quedarse con la camioneta (no estaba asegurada) y se la robaron al poco tiempo durante un asalto en el que a punta de pistola lo bajaron en Circuito Interior y le partieron una costilla de un rodillazo. Cambió de trabajo; se hizo cargo de un bar en la frontera entre Doctores y Roma Norte. Una madrugada, al salir, dos hombres lo maniataron, subieron a un taxi, obligaron a sacar dinero en tres cajeros automáticos y lo arrojaron en una calle aledaña a calzada Ignacio Zaragoza; a lo largo del secuestro, que se extendió cinco horas, no dejaron de golpearlo y gritarle que iban a mataron.

Mauro se hizo novio de Sandra. Tenía 33, era 2010. Se descubrió distante y frío hacia el romance. Sandra lo dejó echándole en cara su falta de compromiso. Mauro comenzó a sufrir ataques de pánico. La sensación de asfixia se volvió continua y cada vez más intensa. Lo medicaron para que su cerebro produjera suficiente serotonina y su ánimo volvió a estabilizarse. En 2014, una caída en Metro Balderas le rompió el tobillo en tres partes. En 2015 le picaron la espalda con un cuchillo para quitarle la cartera en Insurgentes a la altura de Tlatelolco.

A principios de 2019 vaciaron su departamento en la colonia Jardín Balbuena (entre otras cosas le robaron dos computadoras y 13 mil pesos). Los ladrones no encontraron su colección de mancuernillas, las esconde en una caja de madera entre colchas al fondo de una repisa, y es por eso, porque las sigue usando en sus camisas todos los días, que los conocidos que se lo encuentran en la calle dicen: es Mauro, es el Mauro de siempre, sensación que se refuerza al escucharlo meter un “este” en medio de sus frases.

Pero es mentira: Mauro ya no es el que era; el miedo se ha instalado en su corazón y le ha ido vaciando una a una las cosas que solían ilusionarlo, como el amor, la paternidad y el erotismo. A Mauro la brutalidad de Ciudad de México lo ha roto sin remedio. Es un hombre que ya no cree, que ya no puede creer, en los nacimientos.

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Hugo Roca Joglar
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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