Política

‘Leticia’ está viva

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Leticia (así vamos a llamarla) retira en la ventanilla de un banco en Perisur 300 mil pesos de pesos para pagar la nómina de la empresa en la que trabaja. Guarda el dinero en su bolsa. Va acompañada por Mario (así vamos a llamarlo). Toman café, recorren tiendas y media hora después suben al Aveo blanco de ella. Han sido precavidos: luz del día/lugar multitudinario con seguridad/ir juntos/hacer tiempo/coche discreto. Avanzan por avenida Zacatépetl, cruzan Periférico por abajo, pasan la parroquia de La esperanza de María en la resurrección del Señor y cuando giran a la izquierda al llegar a la entrada del bosque de Tlalpan para tomar Camino a Santa Teresa se dan cuenta que los sigue un hombre en una motocicleta.

Es una zona de condominios de lujo (cámaras, casetas de vigilancia, guardaespaldas) que se suceden durante 800 metros, hasta llegar al Centro Artesanal CREA, todos identificados con el número 480, pero diferenciados con letras ascendentes. Al llegar al condominio 480-I, frente a las oficinas de Grupo Salinas, el motociclista saca una pistola. Mario lo ve por el espejo retrovisor derecho y grita. Leticia frena en seco, mete reversa, acelera y se estrella contra un sedán azul estacionado. El hombre se baja de la motocicleta y le dispara tres veces a Leticia en la cara. Miércoles 5 de febrero 11:58 de la mañana.

El hombre (pistola en mano, casco puesto) corre hacia el coche para robar el dinero. Leticia, inmóvil, tiene el rostro cubierto de sangre. La bolsa no está a la vista. Mario se ha bajado por la puerta del copiloto. Mudanceros de CREA se asoman. Un agente de seguridad con arma larga y el logotipo de Elektra en el chaleco corre hacia la escena. El hombre desiste, guarda su pistola y, sin los 300 mil pesos, escapa hacia Insurgentes sobre su moto.

Tres impactos de bala en el Aveo. Uno en el cobre y dos en el parabrisas a la altura de la cara separados 30 centímetros horizontalmente. El agente de seguridad y los mudanceros llegan; por teléfono piden auxilio médico. Mario sostiene entre sus manos la cabeza de Leticia. Está viva. Gime y respira. De las dos balas que penetraron el parabrisas, una le pasó rozando el ojo izquierdo; la otra le destrozó la nariz y, al parecer, se ha quedado estancada en el hueso sin tocar el cerebro.

“No mames, tiró a matar”, dice un mudancero, “no le dio siquiera la oportunidad de entregarle el dinero por las buenas”, la voz del mudancero se suaviza hasta convertirse en murmullo: “tiró a matar; nomamesnomamesnomames”.

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Hugo Roca Joglar
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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