Política

Dolor irremontable

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Quejarse es bien pinche fácil, ¿a qué no?: pinche destino, pinche suerte, el cabrón de mi hermano holgazán, la cabrona de mi jefa que nomás quiere chingarme, y siempre encontrar culpables para sentirnos miserables, para justificar que nuestra vida no ha resultado lo bonita y exitosa que habíamos soñado.

Samuel dejó trunca Psicología en sexto semestre, a los 22 años, porque su madre murió y el único motivo por el que seguía estudiando era para tenerla contenta. Sin ella a su lado, renunció a la universidad y consiguió trabajo como guionista en una productora.

Regresamos una y otra vez al pasado, porque la vida ya vivida podemos endulzarla, recordarla perfecta, recordarnos brillantes, y querer ver en los que fuimos a alguien especial, destinado para grandes cosas chingonas.

Samuel se casó a los 26 con Marta, directora comercial de la productora, siete años mayor que él. Tuvieron una hija a la que bautizaron Leticia, quien murió a los seis años a causa de una extraña enfermedad cardiaca.

Pero lo que está de la verga es que esa chingonería y esa grandeza con las que soñamos siempre están asociadas con tener más que el otro: más dinero, más poder, más coches, más pito, incluso más tristeza.

Samuel y Marta se divorciaron en buenos términos tras quemar el cadáver de su hija; cada uno se quedó con la mitad de las cenizas.

Y esta cultura de competir, de acumular, de someter, nos tiene bien sumidos en la insensibilidad, en la desesperación, en la violencia, en este quererse chingar al de junto a como dé lugar.

Tras el divorcio, Samuel dejó la productora y formó parte del equipo de guionistas en una exitosa serie televisiva sobre narcotráfico.

Ante la ausencia de mi hija sentí un frenesí por escribir grandes películas, ganar premios, tener dinero, pero todo era mentira: yo no estaba ahí, en ese mundo exterior de méritos y exposición, yo estaba roto y el dolor era mi única realidad, mi única posesión verdadera.

Samuel rentó una casa en Milpa Alta. Lleva cinco años viviendo solo bajo una rutina inmutable: medita al despertar, corre entre nopaleras hora y media, hace traducciones para Universal como traductor independiente, ve algo en la tele y se duerme.

Una hija muerta te mutila algo que nunca podrá ser reemplazado, nunca voy a sanar y nada puedo hacer al respecto. Lo que sí puedo hacer es renunciar a cualquier otro impulso que no sea el de honrar su recuerdo a través de mi dolor, porque mi dolor es lo único que dentro de mí queda de ella. Mi vida no era ser alguien en el mundo del cine mexicano, sino habitar un dolor irremontable, y una vez asumido eso, he descubierto un mundo sombrío y solitario, pero lleno de quietud y de belleza, como saber que a las faldas del volcán Teuhtli yacen la mitad de las cenizas de mi hija.

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Hugo Roca Joglar
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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