Política

Con los libros no

  • El país de las maravillas
  • Con los libros no
  • Horacio Salazar

Hace como mil años, cuando veía a Batman, algo me dejaba perplejo: ¿uno de los villanos era El Bibliófilo? Lector ávido y omnívoro, no veía delito en querer leer mucho. Me parecía lo adecuado en una casa donde no había capital para viajar, como no fuera en las alas de la imaginación. Uno de mis primeros regalos memorables (todavía anda por ahí, sobrevive desde diciembre de 1964) fue una edición infantil de Las mil y una noches. Más viajé entonces junto a Simbad el marino, Aladino y los diversos derviches y genios del inventario.

Cuento lo anterior para que quien no me conoce sepa que amo los libros. Y por eso se amontonan en mi casa sin la menor esperanza de que los lea todos, pero útiles cuando necesito referencias, anécdotas, historias… Y como buen lector, aunque sí prefiero el tacto de un libro físico, no le hago feos a los libros electrónicos. A fin de cuentas, el empaque es lo de menos cuando las ideas son lo de más.

He hecho mías, en parte, las palabras de un viejo soneto de Quevedo que confiesa, bellamente, vivir “en conversación con los difuntos” escuchando “con mis ojos a los muertos”. Como Borges, llegué a imaginar el paraíso como una biblioteca.

Como bibliófilo, pues, estoy triste por el desventurado papel que los libros están jugando en la vida nacional. Primero pusieron a dirigir el Fondo de Cultura Económica a un sujeto que al menos es también bibliófilo, aunque no quisiera contarlo entre mis amigos.

Más recientemente, un edil veracruzano tuvo la peregrina idea de decir que iba a quemar los libros de una biblioteca municipal, porque estaban llenos de hongos. Y hace días, una turba de anónimos, pero activos anarquistas atacó una librería y le prendió fuego.

Del Presidente no esperaba nada, pues aunque dice haber vivido de sus libros, en realidad ha sido un vividor de la necesidad del mexicano, y exhibe sin pudor un desdén por el conocimiento visible en palabras y actos. Pero abrigaba la esperanza de que su mujer, preparada y docta, al menos le dedicara al asunto un comentario condenatorio. Nada.

Si fuera más negativo recordaría, con Heine, que “ahí donde se queman libros se acaba quemando también seres humanos”. Mi parte realista ve, escéptica, que un compadre del Presidente volvió a ganar (ejem) un contrato multimillonario para producir libros, y mi parte optimista, que sufre pero sigue por ahí en algún rincón, me hace pensar, con la librería Gandhi, que “si hay libros, todavía hay esperanza”.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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