En la víspera de una nueva jornada electoral presidencial en México, una vez más, la mayoría de las tendencias apuntan a que ya saben quien podría ser el ganador de la contienda en 2018. Sin embargo, esta conjetura, a pesar de su argumentación estadística y demográfica ha sido fallida, cuando menos, en dos elecciones anteriores. Y ello, sin considerar el tremendo yerro que la elección reciente en Estados Unidos propinó a los encuestadores, y ese testarazo fue de orden mundial.
En el caso mexicano, hace 12 años, tras casi cuatro años de mantenerse a la cabeza de las encuestas, al llegar el día de la elección, el triunfo no fue para ya saben quien, no. Fue para alguien que, entre otras cosas, no había figurado de manera importante como candidato a la presidencia, máxime, que él no era el elegido ni el consentido del presidente en turno, Vicente Fox, quien tenía el encargo de alcoba de colocar a Santiago Creel, quien al final del día, como ya saben quien, se durmió en sus laureles.
Y es que en aquel 2006, en la recta final de la trillada contienda, la campaña y actos de ya saben quien dio muestras de exceso de confianza, con todo y que él y su gente dijeron, después, que les robaron la elección. Lo cierto es que la arrogancia de ausentarse en los debates quedó plasmada en el slogan de su campaña, la cual rezaba: sonríe, ya ganamos… idea que, aunque a sus seguidores daba certeza, para muchos otros, fue una señal del exceso de confianza de su líder y coequiperos, lo que quedó demostrado en la urna, también…
En medio del trago amargo, tras su salvaje toma de la Avenida Reforma, de exacerbar su infrenable confrontación con medios y empresarios, y de su incomprendida travesía como “Presidente Legítimo“ de México, seis años más tarde lo intentó nuevamente y, sí, increíblemente, una vez más acaparó los primeros lugares de las encuestas rumbo a la presidencia. Así pues, por segunda ocasión, y por un margen del 20 por ciento de la votación, es decir: cerca de 7 millones de votos, nada insignificantes, una vez más, los sufragios, las encuestas y las tendencias lo volvieron a traicionar.
Hoy, a doce años de su primera vez, y a seis de su más reciente derrota, por tercera vez se presentará ya saben quien a buscar la elección para presidente de nuestro país. Por tercera ocasión, a pesar de lo ocurrido con la encuestología del mundo y la mexicana en los últimos años, ya saben quien hoy figura nuevamente con una tendencia incontenible, arrastrando el fantasma de solo estar hecho para figurar… y no para ganar.
Empero, para diversas voces de la sociedad, esta vez puede ser distinto. Esta vez, quizás, no se trate de una efímera ocasión, pues esta vez, ya saben quien no llegará al cónclave igual que antes, no. Dicen que esta vez, ha cambiado algunas cosas que bien pueden valerle la diferencia. Entre ellas destacan que en esta campaña se presenta como hombre de familia, no como el político partidario; ahora, tiene una mujer a lado lo cual da una señal de identidad más amplia en lo social y, en particular, en la sociedad mexicana; además, le ha dado entrada a sus filas partidarias a diversas personaldiades contrarias a él y de diversos partidos. Un actor que ha llamado la atención es el caso del consultor español que en el pasado acuñó la frase y campaña negra en su contra, titulada ya saben quien es un peligro para México, hoy dice que ya no lo es.
Y entre otros tantos cambios que la gente percibe, al mismo tiempo hay voces que dicen: voy a votar por él para ver cómo se da de topes con su propia lengua desde la presidencia, pues hay quienes dicen que hay que votar por él para ya quitárnoslo de encima de por vida, pues si vuelve a perder es capaz de intentarlo nuevamente en el 2024.
Así las cosas, mientras las aguas se menean en torno a la construcción de escenarios y de pronósticos, lo cierto es que en el ambiente hay un contexto de aceptación a votar por él como una opción semejante a la que le dio el triunfo a Fox hace casi dos décadas: la simple idea de darle la oportunidad a quien no ha gobernado por el simple beneficio de la duda, sea quien sea el beneficiario en turno. Y dado que en nuestro país ya pasamos del PRI al PAN sin que este último representará ninguna diferencia, sino todo lo contrario, pues en 12 años lo hicieron peor que los 70 que les tomó a los primeros para echar a perder el país, quizás ahora toque darle la oportundidad al que falta, por el solo gusto de sentir que votamos diferente, que hay una opción con todo y que sea conocida y no la mejor, pero sí por un afán de equilibrio o último recurso antes de terminar de mandar a la chingada todo lo que sea política en nuestro país, a pesar de que ello termine en ya saben quien.
Para los que piensen así, ahí ven una oportunidad, para los que no, quizás no haya otras opciones. A final de cuentas, con todo y que Meade sea el mejor perfil que el PRI haya propuesto en su historia, quizás no baste con ello, pues por ahora, antes que nuevos perfiles o candidatos pseudoindependentistas, lo que ningún partido ni político se ha determinado a resolver es la inseguridad y la violencia del país, lo que resulta un pendiente impérdonable para el PRI que tuvo la oportunidad este sexenio, y simplemente, la dejó pasar como todos los que hasta ahora han presidido al país.