Cuando el Presidente de México se entrevistó con el periodista Carlos Marín, con motivo de su cuarto informe de gobierno, nadie imaginaba que ese día descubriríamos una faceta del presidente, hasta entonces, verdaderamente desconocida... no como otras que sugieren colegas nuestros.
Uno de los notables hallazgos de Marín, en aquellas deshoras del 2 de septiembre pasado, fue el lado intransigente y machin que dejó ver Peña Nieto, aspecto que en entrevistas pasadas no habíamos conocido o no habían sido tan evidentes como en este capítulo, y menos en tantas ocasiones en un mismo evento.
Ciertamente, cuando de momentos incómodos y desafortunados se trata, el presidente tiene un amplísimo catalogo de ellos, en diversos temas y medios. Sin embargo, a pesar de ese récord personal nada envidiable, en la mayoría de ellos hemos visto a un presidente errático, desatinado y hasta nos hemos compadecido de él, pero esta ocasión, además de los aspectos novedosos que conocimos de él, también quedó claro que el presidente carga con un estado de ánimo que refleja lo que viene atravesando, y que es, nada más y nada menos, una presumible descomposición orgánica de su gobierno.
En el encuentro ocurrido en Anchorage, Alaska, durante una escala de reabastecimiento de combustible, en el viaje presidencial a China para asistir a una reunión del G 20, además de repetitivo y tangencial, el presidente sorprendió a propios y a extraños alzando la voz en más de una ocasión, interrumpiendo el diálogo varias veces, y por si fuera poco, cómo quien se da un disparo en su propio pie, Peña Nieto regresó cuatro veces a un mismo tema que el propio periodista, en el mismo número de veces, le obsequió salir de él y por mero pudor periodístico.
Aquí un extracto de la entrevista que seguramente será candidata ganadora a premio de periodismo en su categoría:
Peña: Carlos, mi único interés es velar por el futuro de este país y por los mexicanos. Y hay dos vías, Carlos: la de la estridencia, la del insulto, la de enfrentar a quien puede representar un riesgo a los intereses de México en esta posición que tú apuntas y señalas...
Marín: O sea, el estridente soy yo...
Peña: No, Carlos, permíteme, pero es en esta forma y que no sé a dónde nos conduzca; lo que es un hecho, y hay que dejarlo muy en claro, es que cualquiera de los dos candidatos puede convertirse en presidente de Estados Unidos, y mi decisión como responsable del Estado mexicano es o fue y sigue siendo buscar espacios de diálogo para el entendimiento y para dejar ver y sentir lo importante y relevante que es México para con Estados Unidos en la relación bilateral que sostenemos.
Peña: Perdón que te interrumpa, Carlos, pero hay que ser realistas frente a lo que se está viviendo o lo que está ocurriendo en Estados Unidos. Una cosa es lo que prevalece en el sentimiento de los mexicanos, que lo recojo, del que estoy consciente, y otra es lo que ocurre en Estados Unidos; hoy hay una competencia entre dos candidatos, que apunta a que puede convertirse en una elección cerrada entre ambos y que o la señora Clinton o el señor Trump se pueden convertir en el próximo presidente de Estados Unidos.
Marín: ¿Y México qué tiene que hacer metiéndose a las elecciones en Estados Unidos?
Peña: No nos estamos metiendo, Carlos. A ver, yo creo que aquí por lo único que apelé y lo que he procurado es que de forma inédita, México hoy esté siendo parte del debate importante que se está dando entre ambos candidatos, el que hubiese espacio, y por eso lo he procurado y por eso la invitación que hice a ambos.
Marín: ¿Y qué pasa si la señora no viene?
Y días después, la señora Clinton dijo no a la invitación del presidente. Entonces, además de decidirse ahí el cargo de Videgaray, también sucumbió el presidente en todos sus intentos por mostrarse determinante en la imperdible entrevista.