Política

Peatones de México, uníos... en Pachuca

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Caminar es un mandato biológico, una necesidad, es imposible concebir una vida humana en la que el caminar esté ausente, por eso aunque extraña, vale la pena preguntar, ¿cuándo fue que nos convertimos en peatones? ¿qué no siempre lo fuimos? 

Durante cientos de años la humanidad caminó para realizar sus actividades cotidianas sin cuestionarse a sí misma sobre este acto sencillo y natural, más allá de algunos diletantes, los flaneurs que hacían del caminar un arte.  

La separación entre peatones y conductores de vehículos nació con la modernidad, cuando los automóviles hicieron su irrupción masiva en las calles. 

El automóvil nos confinó a las banquetas, a las aceras y, con las políticas en favor del auto a lo largo de décadas, las áreas peatonales fueron desapareciendo de forma gradual pero incesante. Cada vez más el ancho de las banquetas fue sacrificado en favor de darle mayor fluidez al tráfico, de conseguir mayor capacidad de las vías, como le llaman los ingenieros de transporte, o de “dar vialidad”, que es la instrucción que solían tener los policías de tránsito en las calles de Ciudad de México. 

Es una historia que hemos vivido pero no nos hemos contado, esa en donde enormes superficies de nuestras ciudades terminaron consagradas a los vehículos, sea para estacionarlos, para exhibirlos, para que saturen avenidas y calles todas las mañanas y noches, para que contaminen el aire, aturdan con sus ruidos y ahuyenten a las personas mayores o niños y niñas de las calles y para que, después de unos años, ya inservibles, terminen en “deshuesaderos” o “yonques”. 

En aras del vehículo como sinónimo de progreso desaparecieron los camellones, se recortaron las banquetas, se redondearon las esquinas para permitir un ángulo de giro mayor y, sobre todo, para comodidad de quienes conducen los vehículos. 

Las calles, durante siglos escenario de procesiones, comercio, juegos, manifestaciones, ferias patronales y mil usos más, se convirtieron en espacios exclusivos de automovilistas neurasténicos que, intolerantes, increpan a cualquiera que pretende hacer un uso diferente de éstas ante la complacencia o inacción de gobernantes ignorantes. 

Por eso es de celebrar que una iniciativa de la Liga Peatonal cumpla ocho años esta semana: el Congreso Peatonal, que vuelve a Pachuca, la ciudad donde nació.

Y más gusto da ver la vitalidad que tiene un tema en apariencia menor, el de los peatones, pero cuya trascendencia e importancia para la vida en las ciudades es inconmensurable. 

Hay nuevas generaciones de arquitectos y arquitectas, urbanistas, integrantes de asociaciones civiles y sobre todo jóvenes activistas que pelean por devolver al peatón al centro de las calles, al centro de las políticas públicas, tal y como lo manda la nueva Ley General de Movilidad y Seguridad Vial. 

Por fortuna y contra la “visión de manubrio” que tiene la mayoría de los periodistas, caminar en nuestro país goza de cabal salud, pues la mayoría de los escolares llegan así a las aulas. El viaje a pie es el principal y más importante modo de transporte de la población, para sorpresa de aquellos que asumen su experiencia individual como destino manifiesto de la sociedad.

Héctor Zamarrón

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@hzamarron

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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