Los debates son eventos cruciales en la política moderna, ofreciendo un escenario donde los candidatos pueden presentar y contrastar sus visiones para el futuro del país. El pasado domingo la nación fue testigo de un debate que, en teoría, debería haber servido para este propósito. Sin embargo, la realidad fue otra; el formato del debate no logró convencer, especialmente a los analistas del postdebate.
La crítica generalizada apunta a que el formato fue desfigurado, insustancial y evasivo en cuanto a los temas clave de la elección. Las preguntas, incluyendo las ciudadanas, carecían de claridad, y los moderadores no consiguieron que los candidatos respondieran de manera adecuada. La dinámica de las preguntas y los tiempos asignados provocaron una falta de profundidad en las discusiones, dejando una sensación de apresuramiento y superficialidad en el desarrollo del debate.
Después de los debates, la clásica pregunta es: ¿quién ganó, quién perdió y quién decepcionó? A priori, podríamos decir que Claudia Sheinbaum resultó ser la ganadora. Su desempeño destacó por la claridad en la exposición de sus ideas y su manejo de los temas discutidos. La capacidad de comunicar sus ideas de manera efectiva y coherente se considera un punto a su favor. La seriedad que mostró, como si fuera de hierro, a pesar de los embates de Xóchitl Gálvez, y su habilidad para mantener un discurso consistente y fundamentado, puede interpretarse como un signo de preparación y solidez en sus propuestas. En pocas palabras, Sheinbaum se vio más preparada que los demás.
Para reforzar esta argumentación, es claro que Sheinbaum sorprendió incluso a los analistas más críticos de la 4T y del presidente López Obrador, por ejemplo, los analistas de la mesa de Latinus, conocidos por su postura crítica hacia AMLO y la 4T, destacaron el desempeño de Sheinbaum. Aunado a ello, según las encuestas flash realizadas por Enkoll para EL PAÍS y W Radio, se posicionó como la ganadora del primer debate presidencial con un 46 por ciento de apoyo de los encuestados. Por ello, Sheinbaum ha demostrado ser una “Dama de Hierro” más que de hielo, como la quiso bautizar Xóchitl Gálvez.
En el caso de la candidata Xóchitl Gálvez, creemos que decepcionó. Se esperaba otra cosa de ella; la Xóchitl que vimos en el debate poco se parece a aquella mujer combativa y echada para adelante. Era su gran oportunidad, sin embargo, la dejó pasar. Más bien se destacó por su falta de solidez y frescura en su presentación, su nerviosismo y desencaje al inicio del debate, el uso excesivo de frases prefabricadas y la falta de espontaneidad en sus respuestas, su dificultad para comunicar de manera clara y concisa sus ideas, se errores y su dependencia a las fichas. Tal y como ya le había sucedido con el teleprompter.
Mientras tanto, Álvarez Máynez no logró destacar como una figura central en el debate. A pesar de su participación y posicionamiento político, no transmitió un mensaje claro y contundente durante el debate, lo que pudo afectar su impacto en la audiencia. No aprovechó completamente la oportunidad de desmontar y atacar las propuestas del gobierno actual, lo que pudo restarle relevancia en el debate. En redes sociales, lo que se destaca de él, es más su gran sonrisa que alguna propuesta lanzada. Por lo que, podríamos decir que perdió la oportunidad de darse a conocer o marcar una clara diferencia.
Estos son algunos de los argumentos que nos llevan a pensar que Sheinbaum, más que una dama de hielo, se mostró como una dama de hierro, firme y preparada para los debates.