Política

Desapariciones y violencia: el pesimismo es la peor actitud

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  • Héctor Raúl Solís Gadea

La marcha del jueves fue impactante. Ningún testigo puede haber quedado indiferente ante el dolor de las familias que iban adelante sosteniendo imágenes de varios jóvenes desparecidos, y ante las expresiones de indignación, terror y temor de los miles de estudiantes que caminaron desde la Rectoría General de la Universidad de Guadalajara hasta la Glorieta de los Niños Héroes.

No hubo ningún momento, a lo largo del trayecto, en que dejaran de gritar su repudio a lo que les ha tocado vivir. Quedó claro que todos estaban allí por su voluntad y porque participan de una causa absolutamente legítima. Lo evidente quedó de manifiesto: la situación de indefensión que siente la juventud, la indignación que les produce el sentirse abandonados, vulnerables, prácticamente sin esperanza.

Mientras observaba al contingente, compuesto en su inmensa mayoría por jovencitas y jovencitos, me preguntaba por qué no había más personas adultas, más familias, otros colectivos, como los que defienden los valores morales y los principios religiosos que identifican a muchos jaliscienses. ¿Puede haber algún principio moral más sagrado que la vida, la seguridad y el futuro de la juventud?

Y por qué no también otras organizaciones políticas, civiles y sindicales. ¿Qué acaso no es un valor político la vida, el derecho de la niñez y la juventud a vivir en paz? ¿Qué no merece la pena sumarse a una causa tan elemental como incuestionable?

En un país más avanzado, en términos de desarrollo político y de madurez civil, habría ocurrido una serie de movilizaciones, que concentraran muchos cientos de miles de personas, para mostrar no sólo su molestia, sino para dialogar y diseñar, colectivamente, cursos de acción concretos que produzcan soluciones a la situación que prevalece.

Un día antes de la marcha, casi al final de un coloquio en el que se presentó el libro ** México 2018: ¿Y ahora qué?, ante unos quinientos estudiantes, una joven preguntó: ¿Y ahora qué con nosotros, qué podemos hacer nosotros ante esta situación que estamos viviendo? La respuesta del panel fue concluyente: el profesor Jorge Chabat dijo: no se dejen, tienen que participar, tienen que exigir.

Y Héctor Aguilar Camín les preguntó: ¿Cuántos de ustedes pertenecen a alguna organización juvenil colectiva? Muy pocos levantaron la mano. Y luego concluyó algo más o menos así: tienen que participar y organizarse, es la única manera de sacar esto adelante; la inteligencia es la capacidad de mantener en la mente dos ideas contradictorias y seguir funcionando. En otras palabras, tienen que actuar --tenemos-- sabiendo que las circunstancias son complicadas, pero apostando a que vamos a obtener buenos resultados.

Fueron varias las participaciones de los jóvenes, pero hubo una que me llamó la atención porque la he visto repetirse: “hoy, cuando salimos a la calle, no sabemos si vamos a regresar a casa”. En otras palabras, el temor es real, ubicuo, constante, desgastante; las y los jóvenes viven todos los días con miedo, los padres de familia, sobra decirlo, también. ¿No es, entonces, una situación de emergencia lo que estamos padeciendo? Se dice que son miles los desaparecidos en Jalisco.

En su discurso ante doce mil personas, el presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios, Jesús Medina Varela, aludió al fracaso del Estado mexicano para neutralizar la violencia de las bandas organizadas de delincuentes.

Y este es, creo yo, el meollo del asunto: nuestra sociedad, nuestras instituciones, el Estado y sus agencias gubernamentales federales y estatales, el sistema judicial, los aparatos de seguridad oficiales... estamos ahogados, abrumados y superados por la presencia de organizaciones delincuenciales que actúan prácticamente sin control. Lo ocurrido con los estudiantes de cine es el pan de cada día en toda la nación.

Su fallecimiento no pasó inadvertido porque eran estudiantes y porque sufrieron un secuestro que por alguna razón salió inmediatamente a la luz pública. ¡Pero todos los días hay ejecuciones y no nos indignamos! Esta guerra que vivimos ha acumulado más víctimas que la guerra de Colombia recién terminada, y que duró más de cincuenta años, según lo comentó un experto en el coloquio que mencioné arriba. ¿Por qué no reconocemos que tenemos un problema mayor que debería implicar una revisión a fondo de la manera en que gestionamos nuestra vida pública?

Debemos unirnos todos en una cruzada por la recuperación de la paz. Las iglesias, el Estado y sus instituciones, las organizaciones de la sociedad civil, la academia, los sindicatos, los empresarios, y, por supuesto, los partidos y los candidatos... deberíamos todos, pues, acordar un programa de acción pública, gubernamental y civil, política y social, para comenzar a andar un nuevo camino, en diversos frentes, que revierta esta insoportable situación.

La situación es difícil, lo será más si somos pesimistas o indiferentes.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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