En una reunión que sostuvo el presidente Donald Trump en la Casa Blanca con personal médico, la presidenta de la Asociación Americana de Practicantes de Enfermería, Sophia Thomas, comentó que el material necesario para trabajar, al menos en su caso, se consigue solo de manera esporádica, y que ella en particular tenía que reutilizar su propio cubrebocas en varias ocasiones, a pesar de que ese no sea el protocolo ideal. Donald Trump mostró su inconformidad ante estas palabras, primero a través de su expresión facial volteando hacia otro lado y sin verla directamente, y después diciéndole con tono de hastío: “Será esporádico para ti, pero no para muchos, yo he escuchado lo opuesto”.
Incluso aunque Trump estuviera diciendo la verdad (habría que corroborarlo, no tiene muy buen historial que digamos en ese sentido), la forma en la que contesta sí importa. ¿Por qué? Porque la enfermera no solo está hablando de material médico, está expresando de manera muy respetuosa una situación de desesperación y lo está haciendo a través de su propia experiencia. Más allá de que hubiera ya una estrategia efectiva para repartir mayores cantidades de material médico, el presidente Trump no está atendiendo, al menos en ese momento, el mensaje completo de la enfermera.
La situación de crisis global va más allá de números, que aunque son importantes, las emociones lo son también. Y por más que los defensores de Trump digan “es que ese es su estilo”, valdría la pena que al menos en estos casos, repensara un poco su forma de responder de tal manera que muestre más empatía ante los héroes de esta tragedia, como los son las enfermeras.
Apunte spiritualis. Quizá hoy más que nunca todos necesitamos mayor inteligencia emocional, sobre todo los líderes políticos, para saber escuchar y apreciar a las personas de manera integral. Los gobernantes podrían aprovechar esta pandemia para revisar su vocación y para transitar de una vez por todas de una visión electorera a una más estadista.
