Como es tradición, el presidente de Estados Unidos asistió a la reunión nacional de los boy scouts, pero como ya se está convirtiendo también en “su” propia y lamentable tradición, Trump decidió romper el protocolo de respeto, que todos los demás presidentes han tenido, y utilizó dicha plataforma como un anuncio de campaña.
Empezó presumiendo que había muchas miles de personas en el recinto y que seguramente los “medios falsos” (fake media), dirían que solo había unos cuantos, haciendo eco de su obsesión por la cantidad de gente que va a verlo en los eventos, pero dejando de lado el hecho de que él ya sabía (todos sabían) con anticipación cuántas personas iban a asistir. Después se la pasó criticando a Obama, a los Clinton, amenazando a sus propios secretarios y haciendo sus comentarios políticamente incorrectos.
Trump se defiende de las críticas a estos comportamientos, diciendo que es mejor ser un presidente irreverente. El magnate argumenta que su estilo es así, que si él quisiera podría ser más “presidencial” que cualquiera, pero que no lo es porque esto le conviene a Estados Unidos. Falso. Esto no le conviene a nadie, ni siquiera a él mismo. Hay tradiciones que se pueden romper y hay otras que forman parte de la misma estructura que mantiene a la presidencia y al país a flote. Esas últimas son precisamente las que Trump está rompiendo, como la de los boy scouts, quienes por cierto se han deslindado completamente de cualquier intento partidista de vincularlos.
APUNTE SPIRITUALIS. En otra novedad del mundo, Trump, el presidente, anunció que las personas transgénero no podrán servir en el ejército, porque según él sale muy caro y los militares no pueden estar desconcentrados con ese tema. Pero no hay justificación que valga. Esta prohibición no es más que discriminación pura, y no es más que otro intento de mantener felices a los conservadores que son clave para la permanencia de Trump en el poder. Muy triste. Y apenas van seis meses.
