¿Qué está pasando en el Reino Unido? Pues que gracias a las acciones intempestivas del nuevo primer ministro, Boris Johnson, el país cayó en una crisis política. El mandatario intentó suspender el Parlamento para tener la “libertad” de sacar a su país de la Unión Europea sin acuerdo alguno, en caso de ser necesario. Sin embargo, suficientes miembros del Parlamento, de su propio partido, y que cuentan todavía con algo de sensatez (uno de ellos es nieto de Churchill, por cierto), decidieron alinearse a los laboristas (la oposición) para controlar al órgano legislativo y ponerle un candado a ese deseo de Johnson, quien con esto sufre su primera gran derrota política en el poco tiempo que lleva al frente del gobierno.
Sin embargo, aunque podemos decir que el parlamentarismo ganó una batalla, no ha ganado la guerra. Boris Johnson está haciendo el trabajo que seguramente sus asesores le han recomendado: posicionar a laboristas y conservadores rebeldes como impulsores de la que llama “ley de rendición”. La idea, desde luego, es volver a apelar al sentimiento nacionalista con el que la campaña pro Brexit ganó el referéndum de 2016 y hacer parecer como que todos quienes votaron en su contra, no tienen el suficiente amor por el Reino Unido
Y es que los británicos han vivido este proceso de salida de la Unión Europea de una forma más compleja de lo que los pro Brexit pensaban. Y a pesar de que la tendencia populista global, las redes sociales y sus algoritmos electorales, y los personajes “sin tapujos” como Boris Johnson tienen todavía mucha cabida, lo cierto es que al menos por ahora, en Londres, hubo una bocanada de aire democrático, de sensatez y de visión de Estado.
Apunte spiritualis. Cada vez hay más banderas europeas en Londres. Quizá, aunque el
Brexit sea casi inevitable, hay un nuevo despertar, una contrarreacción globalista. Si es así, ojalá que hayan aprendido de los errores de arrogancia que fueron en parte detonantes de fenómenos como el Brexit, Boris Johnson o Trump.
