Esta película, escrita y dirigida por James Gray, aborda la tentación del pionerismo como una forma de negar la clausura de la familia. Su historia, de coming-of-age en cierto sentido, se centra en el fin de la inocencia. Brad Pitt y Tommy Lee Jones, hijo y padre, ambos astronautas, protagonizan una historia sobre desertores y el vacío eterno, una mezcla de 2001: Odisea del espacio y ApocalypseNow. Al mismo tiempo en que este triste y minimalista suspenso espacial se adhiere a la fijación narrativa de la ficción científica, sacramenta el mítico retorno al hogar. Tenemos aquí entonces una película que pone a prueba el talento de Pitt, habituado a interpretar figuras de carisma fácil sobre la base del encanto. Sobre ese marco se desarrolla una trama en la que el hombre versus el espacio se da en la coreografía de escena y cámara, particularmente en las travesías en lo oscuro, en el aire y en el agua. Si la jornada del protagonista es esencialmente interiorizada, cabe en esos momentos de desafío emocional ofrecer el sedimento que se acumula, no alrededor sino al interior del personaje de Pitt, cuya transformación física a lo largo del filme es sutil mas no imperceptible. Es verdad que la trama no podría ser más simple ─atravesar el Sistema Solar─, pero ese periplo es un castigo para el cuerpo y la mente. La película rechaza la grandilocuencia de otros filmes, como Odisea…, pero también el camino fácil de Gravedad, así como el cine de simbolismos. La sensación que me queda es que Ad Astra parece encerrada en sí misma, no por causa de la frialdad del espacio (la narración confesional en off es reflejada y usada para impedir justamente la frialdad) sino por causa de toda su propuesta radical de simplicidad. Por más que la película rechace los simbolismos y el misticismo de Kubrick, la figura del padre es indisociable de la figura de Dios y la cuestión de la religiosidad. A pesar de que Ad Astra nunca pierde de vista lo mundano, el milagro está contenido en la intención, en el gesto de fe que constituye toda exploración espacial. Se niega, sin embargo, a atribuir a lo desconocido del viaje una naturaleza sobrenatural, y es justamente lo que presenciamos, para cerrar el ciclo del eterno retorno, el esfuerzo del hombre para preservar lo que él entiende, por experiencia, como natural y familiar. El salto a la oscuridad puede ser un gesto de fe pero su objetivo es confirmar convicciones. Es así como el filme se erige no como una emancipación fracasada, sino como la constatación empírica, franca, de los valores de la Historia y de la colectividad.
Ad Astra: hacia las estrellas
- Cinediciones
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Gustavo Guerrero
Toluca /