No crean que tiene mucha ciencia gobernar” aseguró el presidente López Obrador, en junio de 2019, y lo explicó así: “eso de que la política es el arte y la ciencia de gobernar no es tan apegado a la realidad; la política tiene que ver más con el sentido común, que es el menos común (…) la política tiene que ver más con el juicio práctico, la política es transformar, es un oficio noble que permite a la autoridad servir a sus semejantes. Esa es la verdadera política”.
La pandemia lo ha refutado contundentemente. Su concepción de gobierno se reduce a una dimensión moral (servir a los semejantes) y teleológica (de causas finales: acabar con la pobreza y la corrupción) y se desentiende de la complejidad de las tareas de gobierno: hacer cumplir las normas y ejecutar las políticas para solucionar los problemas de los asuntos públicos (como garantizar la salud en tiempos de pandemia). Enorme y terrible ignorancia y confusión, de consecuencias gravísimas.
A diferencia de AMLO, la mayor parte de los políticos son conscientes de la gran complejidad que significa gobernar. Por un lado, se trata no solo de tener bien diagnosticados los problemas y diseñadas las políticas pertinentes. Controlar una pandemia como la del covid-19 el ejemplo más reciente. Y no es cuestión de sentido común, ni de buenas intenciones. Se requiere recurrir a la ciencia y no a criterios políticos. AMLO y López Gatell no, porque es cuestión de sentido común.
La Política Nacional de Vacunación contra el Virus SARS-CoV-2, en sus dos versiones (la del 8 de diciembre y la del 12 de enero) es un ejemplo más de cómo se cuelan consideraciones políticas. En la primera versión se habla de que la mejor segmentación para aplicar las vacunas son las consideraciones de edad y vulnerabilidad. Por tanto, primero van los mayores de 60 años y las personas con morbilidades que los ponen en riesgo. Todo bien. En la segunda versión, ya aparecen los maestros de los estados en semáforo verde, ya sin justificación alguna. Lo que pasó en medio de las dos versiones, es que al Presidente se le ocurrió vacunar a los maestros de Campeche; entonces el Grupo Técnico Asesor tuvo que hacerse cargo “científicamente” del nuevo criterio y aunque los maestros están en quinto lugar, se les comenzó a aplicar las vacunas antes que a mucho personal del sistema de salud. ¿Ciencia o capricho?
Gobernar no se reduce a diseñar buenas políticas públicas. Su instrumentación vía organizaciones complejas como lo son todas las burocracias gubernamentales es condición indispensable para la eficacia de las acciones de gobierno. Con muchos defectos, pero en la medida que están integradas por funcionarios preparados técnicamente para poner en práctica las políticas, de esas burocracias depende su eficacia. Y con eso sí que no puede López Obrador. ¿Tomar en cuenta al Consejo de Salubridad General, el organismo responsable constitucionalmente de la pandemia? Para nada. Se inventaron un Grupo Técnico Asesor que todo mundo desconoce y se ignoró al órgano colegiado especialista en la materia. ¿La pandemia es un tema de seguridad nacional? El sentido común diría que sí. Pero resulta que no existe ningún programa sectorial de seguridad nacional. ¿Habrá sesionado alguna vez el Consejo de Seguridad Nacional en apoyo de las acciones contra la pandemia? Qué iluso.
Gobernar también es convocar y sumar esfuerzos de la sociedad (cada vez es más claro que los gobiernos solos no pueden con la gobernabilidad). A regañadientes y tardíamente, AMLO aceptó que gobiernos estatales y el sector privado participen en la vacunación, cuando ya no hay vacunas que comprar. Ni sentido común.