La 4T tiene ya seis malos legados que difícilmente se modificarán en lo que resta del sexenio. En un artículo de marzo, mencioné tres: 1) estancamiento económico: en 2024 el PIB será, si bien nos va, igual al de 2019; es decir el crecimiento será cero por ciento en seis años; 2) el de AMLO será el sexenio más violento en lo que va del siglo, pues de terminar con la tendencia actual –y no hay nada a la vista que la modifique— los homicidios sumarán alrededor de 220 mil, 120 mil más que en el de Calderón y 100 mil extras al de Peña Nieto; 3) el empobrecimiento por los diez millones más de pobres, debido a la pandemia y a la ineficacia de las políticas económica y social.
A ellos habrá que añadir: 4) uno de los peores manejos mundiales de la pandemia con cualquier comparación a nivel internacional de las cifras oficiales de contagiados y muertos (que sabemos no reflejan la magnitud real del problema) más el criminal desbasto de medicamentos; 5) la permanencia de la corrupción, pues lo único que ha cambiado es la retórica, pero no el entramado institucional ni las prácticas que la hacen posible. ¿Muestras? La negativa a investigar a los cercanos; el fracaso del caso Lozoya; el 80% de adjudicaciones directas; el desmantelamiento de los órganos internos de control en las dependencias y, 6) la destrucción de numerosas instituciones de la administración pública federal y organismos autónomos (véase Nexos de este mes).
Lo anterior viene a cuento porque después de que las elecciones reafirmaron el poder de López Obrador –mayoría absoluta y más gobiernos estatales— uno se esperaría algo de coherencia, aunque fuese mínima, entre las acciones presidenciales y el estado desastroso que guarda el país. No que hiciera una autocrítica pública y dé un golpe de timón en su gobierno (pensar eso de AMLO a estas alturas del partido sería propio solo de un marciano) pero sí por lo menos algún tipo de atención a esos problemas. Repasemos sus acciones del último mes.
La llegada de Rogelio Ramírez de la O a la SHCP sin una reforma fiscal seria que incremente los ingresos públicos y sin cambios en el sector energético que modifique, aunque sea parcialmente la política de ese sector estratégico y restauren la confianza de los inversionistas, será insuficiente para acelerar el crecimiento económico. Y sin recuperación del PIB, sin más recursos públicos para atender necesidades sociales apremiantes y cambios en la política social, tampoco será posible revertir, aunque sea parcialmente, el enorme incremento de la pobreza.
En seguridad, la terquedad de AMLO alcanza límites insospechados y no solo obstruye cualquier solución, sino que agrava las múltiples problemáticas y consecuencias de la violencia, la inseguridad y la impunidad. Militarizar formalmente la Guardia Nacional, que ya está militarizada de facto, no la hará más eficaz. Si la consulta del próximo 1 de agosto es la innovación para enfrentar la corrupción, estamos perdidos y ésta seguirá tan tranquila como siempre. Ojalá y Roberto Salcedo plantee algo real y viable. Sobre la pandemia y la tercera ola que se aproxima, López-Gatell y su lógica servil serán una especia de anti vacuna al proceso de vacunación.
¿A qué se dedicará AMLO los próximos tres años? Me queda claro que a gobernar, no. A jugar a las corcholatas, a cambiar reglas e instituciones electorales en favor de Morena (reforma política) y a atacar a sus crecientes adversarios, sí. Su único interés, que alguno de sus acólitos gane.
Guillermo Valdés Castellanos
