Las crisis que enfrenta una sociedad ponen a prueba a sus instituciones, sus gobiernos y sus líderes. Lamentablemente en nuestro país con cada crisis constatamos que carecemos de instituciones sólidas, de gobiernos eficaces y de líderes sensatos y responsables.
Las instituciones establecen las prioridades y valores relevantes en diversos ámbitos sociales (la salud, la seguridad), así como los procesos por los que se delibera y se toman decisiones en esas materias. Establecen las reglas de juego, los criterios de decisión y los incentivos en los que las personas y las organizaciones interactúan. El actual gobierno federal se ha caracterizado por minar los procesos institucionales y llenarlos de “antinstitucionalidad”: oportunidad política, discrecionalidad e ideología.
En cuanto a la efectividad del gobierno, en el mismo sentido, el gobierno federal ha dejado de lado un sólido Sistema Nacional de Vacunación que se había construido por décadas y que resultaba paradigmático en la región, para utilizar a la guardia nacional y a los servidores de la nación. La estructura de las brigadas lo expresa con claridad: un médico, una enfermera y cuatro promotores de programas gubernamentales. Todavía no hay vacunas, pero ya hay trabajo de base en las llamadas preparatorias que realizan los servidores de la nación. Es una apuesta muy arriesgada para el gobierno, porque de aquí a junio no habrá suficientes vacunas y si esta improvisación se traduce en una caótica y discrecional aplicación de vacunas, se va a generar un efecto electoral adverso en 95 por ciento de la población que no habrá sido vacunada para entonces.
En cuanto al liderazgo se confirma que el Presidente antepone la ideología a los resultados, y que está más preocupado por la tendencia de su popularidad, que por las muertes y otros indicadores epidemiológicos. En su comparación de la calidad de los liderazgos durante la segunda guerra mundial, Andrew Roberts contrasta el fracaso de los líderes que hablaron a sus gobernados con datos falsos y alentando un optimismo infundado; frente a líderes como Churchill que habló a su pueblo como se habla a los adultos: dimensionando el tamaño del desafío y planteando las acciones que se deberían emprender para enfrentar la situación.
En su mejor novela, Marguerite Yourcenar ilustra la necesidad de contar con instituciones fuertes y una burocracia profesional al poner en labios del emperador Adriano: “la experiencia demuestra que a pesar del infinito cuidado en la educación de nuestros sucesores, los Césares mediocres serán siempre los más numerosos, y que por lo menos una vez por siglo algún insensato llega al poder. En tiempos de crisis, la administración bien organizada podrá seguir atendiendo a lo esencial, llenar el intervalo, a veces demasiado largo, entre uno y otro príncipe prudente”.
Ni instituciones sólidas, ni gobierno eficaz, ni líder responsable. Todos los que habitamos y votamos en este país, somos corresponsables de que se hayan sucedido, uno tras otro, gobiernos ninis, que ni construyen instituciones ni dan resultados. Hoy pagamos las dolorosas consecuencias.
El Colegio de Jalisco