Solo es cuestión de tiempo, aseguran expertos y autoridades, antes de que llegue a Nuevo León el coronavirus pandémico, a grandes trancos globalizado y ya diagramada su ocurrencia por Google en casi toda Europa, Australia, Asia, costa del Pacífico de EU, Brasil y Chile.
De hecho en territorio tan próximo como el cercano estado de San Luis Potosí, ya reportan confirmada la primera persona afectada en la República Mexicana.
Uno pensaría que ante el temido anuncio las autoridades sanitarias de la entidad se hubieran desperezado e instalado un cerco higiénico en las entradas aéreas y terrestres provenientes del sur del país.
Pero por lo menos en la terminal de Autobuses de Monterrey, el día de ayer transcurrió de manera normal sin implementaciones observables fuera de lo ordinario.
Ante el espectro que hace temblar a la Organización Mundial de la Salud (OMS), se acrecienta la falta de diligencia del gobierno de NL en planeación eficaz para lidiar y eventualmente contener el ataque viral. Los actores políticos y sociales de NL están desperdiciando valioso tiempo que habrá de cobrar altísima factura.
En conferencia de prensa, el actual secretario de Salud, Manuel de la O, más allá de absurdas generalidades retóricas (“estamos preparados”) se limitó a reportar que cuenta con 250 trajes para ser usados por los médicos que tengan contacto con los infectados, una cifra escalofriante si se toman en cuenta las tasas de abatimiento que tienen los infectados en los países que ya sufren la pandemia.
Y ¿dónde están los demás insumos tópicos como antibacteriales o espray antiviral? ¿Ya se hicieron ensayos de confinación forzada a los que inevitablemente llegaría la Fuerza Civil? No es lo mismo confinar en un camarote de crucero de lujo por el Caribe, que en el barrio La Campana de Monterrey. ¿Está la policía y los cuerpos de sanidad preparados para lidiar con zombis en las calles?
El “plan de contingencias” expuesto por el secretario De la O se reduce a contar las camas hospitalarias de la entidad: 9 mil. De las cuales 6 mil son de hospitales públicos y 3 mil son privados. En una sociedad clasista como la regiomontana no sería de esperarse que abrieran sus puertas las instituciones hospitalarias particulares, más bien al revés. Faltaría ver cuántas camas están equipadas para un eventual aislamiento total.
Cero menciones a hospitales provisionales de campaña que se tendrían que utilizar. Cero coordinaciones con el Ejército previas a la catástrofe por venir. Cero llamamientos a la disciplina social de la que se tendría que echar mano, en un pueblo que para nada rebosa de ella. Cero advertencias a la gente respecto de cómo proceder en caso de brotes generalizados en Monterrey. Si alguna infección observable se detecta en algunas de las múltiples torres habitacionales de la ciudad, ¿se impondrá el claustro a esos multifamiliares? ¿Cómo?
Si un foco infeccioso proviene de oficinas, como las del emblemático Condominio Acero o las que hay en el Barrio Antiguo incluyendo el Congreso, ¿se tenderá un cerco de cuarentena inviolable sin entradas ni salidas de quienes ahí laborasen?
¿O se les permitiría retirarse a sus casas a esparcir en todas sus colonias y familias más virus letales? ¿Y pararían el servicio de transporte público? ¿Y los taxis? ¿Y los Uber? ¿Y el Metro? ¿Cómo lidiaría el gobierno de NL con la posible y muy previsible parálisis económica de la zona conurbada de Monterrey?
No parece que el gobierno bronquista tenga idea de con qué amenaza a la salud pública está por lidiar. Incluso el Congreso ¿está preparado para una ausencia temporal o definitiva del gobernador u otros funcionarios clave? No se llame a esto catastrofismo irresponsable. Le sucedió antier mismo al ministro de Salud de Irán en plena conferencia de prensa. Idéntico le podría suceder al Bronco gobernador.
La mayoría de la población parece negada a la realidad o desprevenida entre sus actividades cotidianas y en las disquisiciones cuasi filosóficas e interminables del 9 Nadie se Mueve, y no ha cobrado conciencia de qué tan cerca puede estar el verdadero cataclismo que amenaza a todos. En esa laxitud puede haber un elemento perturbador, quizá hasta de negligencia colectiva.
Este reportero en la última semana recibió estrujantes, estremecedores videos chinos de absoluto interés público que no han despertado la abulia mexicana. Esas cintas muestran a chinos muriendo como moscas en calles de urbes antes habitadas por millones que ya se fueron o permanecen confinados. Los supermercados desiertos son escenario de peleas por los últimos sacos de harina entre anaqueles vacíos.
Ninguno de esos videos in situ ha poblado las redes sociales mexicanas tan proclives a explotar realidades con sensacionalismo morboso. Llama la atención que frente a terroríficos videos caseros chinos, muy pocos se hayan tomado la molestia de recircularlos todavía.