Llama poderosamente la atención el repunte demoscópico, favorable a AMLO, durante el transcurso de apenas 48 horas. Ahora ya son más de ocho mexicanos de cada diez que están a favor de la política emprendida contra el huachicoleo de combustibles y sus consecuencias. Y los índices de aprobación de su gestión y popularidad son también muy altos, más altos que cuando llegó a la Presidencia.
Tal vez algo que no perciben muchos analistas (serios) lo están viendo los ciudadanos que otorgan este enorme cheque en blanco al Presidente, no obstante los resquemores que suscitan sus apresuradas estrategias de implantación de políticas públicas y los costos asociados a las mismas.
Para todo efecto práctico, la política mexicana tiene un reinicio diario en las primeras horas de la mañana cuando el Presidente ofrece su matutina conferencia de prensa, a partir de la cual México gira al son de lo que en ella haya expresado AMLO.
No hay más pronunciamientos por parte de personeros del gobierno federal al frente de las instituciones. La mayoría de los voceros hace mutis, los secretarios o titulares de dependencias se encogen de hombros y no parece haber nadie más que esté haciendo algo distinto a lo que expresa el Presidente y que valga la pena lanzar al aire.
Este silencio institucional del gobierno federal y dependencias adscritas a él, ha sido observado por casi todos y quebrantado por muy pocos, como el negociador con Estados Unidos sobre el tratado comercial en ciernes. El subsecretario Seade, al parecer es uno de los pocos que tiene vía libre para comentar pormenores de su gestión. Al resto, AMLO los alinea y los monopoliza junto a él en la mañana; de manera que por el resto del día no parece que tengan más que decir. No hay muchos más aparte de él.
Esto implica un control y una disciplina que todavía no se sabe si es óptima o qué bondades comporta, pero sí que es férreamente impuesta. El presidente morenista es el único protagonista diario y solo él acapara los reflectores. Es posible que de acuerdo con los cánones tradicionales esto debería suponer tanto un desgaste de la figura presidencial como un desperdicio de los recursos federales. Pero no ha ocurrido así. Lo cierto es que el pueblo lo apoya ya casi incondicionalmente, como todas las encuestas lo subrayan. Si es o no producto de alguna estrategia de comunicación política o del talento personal del Presidente en el rubro, está por verse.
AMLO, al parecer tiene vía libre. Por lo pronto, ni por asomo se observa que vaya a haber multitudes (como en Francia los chalecos amarillos) protestando en la calle; los que tienen auto soportan estoicamente la escasez de gasolina, y al parecer son muy pocos los que andan en busca de cifras o argumentos que confirmen si el rumbo es acertado o amerita corrección y de qué tipo. Ésas son minucias. Cuando antes de tomar posesión AMLO exclamó que él ya solo le pertenecía a la patria, numerosos miembros de la comentocracia se burlaron de él con singular ironía: “ya lo perdimos” dijeron, implicando que AMLO ya había perdido la razón.
Desde luego que no era así y en el pecado llevan la penitencia del fenómeno ahora observable que tanto ellos como muchos sectores de derecha auspiciaron con su incesante condena unilateral a la política y a los políticos sin matices. Quizá detrás de este cerrar filas del 80 por ciento de la población en torno a López Obrador tenga que ver con una fe omnisciente en AMLO: ¿para qué queremos saber de política y políticos si con él tenemos resuelto todo anhelo político (y económico)?
Por ello, la gente hace mutis sobre la importancia y de la necesidad de los contrapesos y de lo arriesgado que es dejar gobernar solo a un presidente y sus cámaras legislativas sin un acompañamiento crítico de parte de la sociedad que haga oír por lo menos las voces diferenciadas que no siempre coincidirán con AMLO o que aun coincidiendo no están dispuestas a renunciar exigencias de transparencia y de rendición de cuentas. Se trata en el mejor de los casos de resistir una peligrosa subrogación de la participación activa propia en la política.
No todo lo que haga el Presidente y su equipo será siempre acertado y correcto, pero por ahora no parece haber canales cabales para expresarlo y el pueblo entero piensa —a juzgar por las encuestas— que AMLO va “en caballo de hacienda”.
Más aun, los yerros de su equipo por novatez o ineficacia (verbigracia la gira de una reprobada delegación de Pemex a EU en un fallido “road show” para impresionar calificadoras internacionales) deben ser acotados pronto para evitar mayores daños colaterales (¿Qué pasó con el director financiero de Pemex que no supo qué decir cuando le preguntaron cómo pensaba el gobierno mexicano fondear sus proyectos de capacidad de refinación?)
El apoyo que ahora dispensa el pueblo de México a AMLO deberá pasar por éstas y otras pruebas del ácido, las de los resultados, para poder ser confirmadas las etapas sucesivas.
Cheque en blanco a AMLO
- Entre pares
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Guillermo Colín
Ciudad de México /